Escribe: Jorge Martín Carrillo Rojas

Nadie puede negar que vivimos en una ciudad de pobladores irrespetuosos. Vivimos en una ciudad en el que no nos importa si mi vecino de a lado puede estar muriéndose y necesita de ayuda, y uno se la da de sordo, ciego y mudo. Vivimos en una ciudad de pobladores estresados, que andamos, más aún si tenemos vehículos, con el acelerador a fondo.

De un tiempo a esta parte nos hemos vuelto críticos y demandantes de soluciones a nuestros problemas. Pedimos a las autoridades que recojan la basura, que arreglen las calles, que solucionen todos los problemas. Poco nos falta para pedir que nos preparen la comida.

Exigimos todo, pero no nos preocupamos en poner algo positivo de nuestra parte.

Exigimos semáforos, cuando casi nadie los respeta. Exigimos calles señalizadas, cuando casi poco saben qué es y para qué sirve el crucero peatonal. Exigimos una ciudad limpia, cuando en vez de echar la basura a los tachos o guardarnos en el bolsillo, lo botamos al piso y generamos más suciedad.

Exigimos una ciudad menos bulliciosa y somos los primeros en organizar parrilladas ensordecedoras.

Exigimos respeto a los adultos mayores, cuando miramos a un lado al momento de ayudar a cruzar la calzada de un lado a otro a un anciano.

Nos hemos vuelto irrespetuosos en casi todo orden. Aunque claro, no podemos decir que no existen personas respetuosas, claro que las hay. En su mayoría son aquellas que pintan canas, por el paso de los años y que recibieron excelentes valores como muchos, pero que lo hemos dejado dormido.

Es momento de despercudirnos de los malos hábitos. De empezar a buscar vivir en una ciudad, en el que como en muchos pueblos, el buenos días, buenas tardes, buenas noches, es muestra de buenos modales y no acoso como algunas mujeres u hombres, creen que se trata, algo elemental que nos enseñan en casa.

Es tiempo de valorar y hacer respetar a las mujeres, a los integrantes de la comunidad LGTBI, a los niños y los ancianos.

Ya es tiempo que nos sintamos orgullos de vivir en una ciudad: limpia, ordenada de gente respetuosa, en la que nuestros visitantes regresen a sus ciudades o países y recomienden visitarla. Es tiempo de aprovechar el tiempo que nos queda como ciudadanos iquiteños para mejorar la calidad de ciudad en la que radicamos o nacimos.

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