Por Miguel Donayre Pinedo

Cuando leo lo que dice Cipriani de la píldora del día después que es repartida por el Ministerio de Salud, me causa asombro e indignación. Más todavía cuando ese cura desprecia a los derechos humanos, dijo que son “una cojudez”. Sus solas palabras me causan desprecio. Los curas deben estar en el púlpito orientando a la grey, pero de ahí salir en los medios de comunicación en plan mandarín cultural, de decir lo que ciudadanía deber hacer o no, eso es otro cantar. Como ciudadano de a pie no entiendo la postura institucional de estos “solterones eternos” como los llamó el poeta chileno Nicanor Parra. De un lado, lanzan denuestos contra la interrupción del embarazo y del otro lado, callan como unos canallas ante las denuncias de pederastia. Parece ser que hasta su actual representante calló, silenció, ocultó a personas que habían cometido este delito. Por favor, sean alguna vez coherentes.