La semana pasada, un informe periodístico reveló que la Dirección contra el Terrorismo de la Policía Nacional (Dircote) estaba investigación a los productores de La Cautiva, una de las obra teatrales  más vistas, aclamadas y comentadas el año pasado en Perú.  El supuesto delito, según terminología oficial, sería  “apología del terrorismo”. El procurador anticorrupción deslizó que se iba a hacer la denuncia respectiva, pero luego, ante una ola de protestas en la opinión pública, la amenaza quedó, aparentemente, desvirtuada.

El sombrío redactor del informe incriminatorio, un burócrata uniformado, señala que la obra teatral  está llena de “símbolos y metáforas”. Además, describe  violaciones de derechos humanos por parte de las fuerzas del orden y, para remate, hace apología terrorista cuando se efectúan “cánticos y vivas al partido de Sendero” en alguna escena de esta obra (de ficción, por cierto).

“La Cautiva” es una obra dura, dolorosa, intensa. Narra la historia de Josefa, 14 años, hija de senderistas, asesinada por soldados, mientras se prepara, dentro de una morgue en Ayacucho, un ultraje colectivo del cadáver. Escrita por Luis Alberto León, dirigida por Chela de Ferrari, es un montaje que, literalmente, te golpea y deja hecho trapo, realizado con el mayor rigor y objetividad, apelando a la memoria y a la verdad para retratar estampas de una etapa muy dolorosa de nuestro pasado reciente

La investigación, de por sí, resultaba un disparate, no solo por extemporánea  (la obra teatral  ha sido sacada de temporada).  Resultaba, además, muestra de una pobrísima metodología de investigación de quien redactó el informe, con argumentos rayanos con el delirio y la ridiculez.

La denuncia, además, evidencia desconocimiento clamoroso de la obra (como de la realidad peruana).  Quienes la han visto pueden dar fe de que no existe en ella ninguna actitud panfletaria ni es un libelo terrorista. Lo que se encuentra, sí, y en cantidades monumentales, es desolación y frustración. Esto pasó y es duro mirarlo directamente, cara a cara.

Hay un mensaje oculto, que deja entrever cierta peligrosa censura. Evidentemente, la policía puede investigar a quienes quieran, está en sus atribuciones. Sin embargo, esta investigación desproporcionada, plagada de acusaciones  que no tienen ninguna lógica contundente ni concreta. El ministro Daniel Urresti, quien no pudo cerrar una exposición hace poco (más cercana a lo prosenderista), picón, se fue contra una obra que, con imágenes, desnuda esta violencia.

No es la primera vez que obras culturales, en teatro, cine y literatura, se ha ocupado de la época del terrorismo 1980-2000 en el Perú. Y ante ello, no me imagino al locuaz ministro Urresti, o sus congéneres de épocas pasadas, abriendo una investigación,  por ejemplo, a productores de películas como La Boca del Lobo, Paloma de Papel, Viaje a Tombuctú, NN y muchos más etcéteras.

Acusar a quienes hicieron posible la obra, directa o indirectamente, es de locos. Acusar al teatro La Plaza, al Banbif (que financia al local), a la directora Chela de Ferrari, a la congresista Marisol Pérez Tello del PPC (que escribió en el programa de mano de la obra) de pro-senderistas no tiene pies ni cabeza.  Los argumentos desnudan harta orfandad argumentativa.

Esta escalada psicosocial y de reflejos autoritarios, promovida por el gobierno, liderada por el ministerio del Interior desnuda, desde mi punto de vista, cierta polarización, aprovechando el tema sensible del terrorismo, para una operación mediática y política. Que un informe confidencial salga en medios de prensa no es casualidad.

Como dice Patricia del Río, la cultura ayuda a procesar la violencia, no la defiende ni exacerba (Leer, en ese sentido, sus apreciaciones sobre la obra).  Cerrar los ojos y hacer el que no ve el horror de la guerra  (desde ambos lados, del sanguinario senderismo y de la  represión salvaje de algunos miembros de las fuerzas armadas) no funciona.   Más bien, importa discutir, reflexionar, cuestionar la historia (oficial, apócrifa, oscura, ideal) y confrontarla con la verdad. Eso  es lo urgente en un país como Perú, renuente aún a la idea de asumirse desde la memoria y desde la reconciliación.

1 COMENTARIO

  1. Es un tema de nivel cultural, el peruano en general es ignorante de la problemática social en general, no tiene capacidad de análisis, de eso se valen los pro terroristas para promover este tipo de eventos.

    Que ingenuos son… pero así es el Perú, no causa ninguna sorpresa este actuar, solo cuando atentan contra su familia recién cambian de parecer…

    Todos los días mueren soldados en el VRAEM y eso no les interesa, que vida la «obra cultural».

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