COLUMNA: PIEDRA DE SOL

                                                                                         

   Por: Gerald  Rodríguez. N

No solo se nos han robado la esperanza, las ganas de elegir, de suponer de quién es el mejor, también se nos han robado los ojos para elegir, los oídos para escuchar y el cerebro para pensar. Tanto se han robado los políticos a los votantes, a los ciudadanos, a los dueños de la patria, que hasta que se les han robado las ganas de querer saber quiénes son los candidatos para el congreso, para el sillón presidencial. Y es que aproximadamente, es más de la mitad de la población que aún no ha decido por quien ha de votar, siente que todos mienten, que ningunos dicen la verdad. El robo de los políticos no solo ha sido al Estado, ha sido a la conciencia del propio peruano, a su esperanza y sus ganas de creer en el sistema democrático. Cuando esta esperanza se pierde, es donde justamente aparece un Abimael Guzmán, una población que cree que el narcotraficante es mejor que el político. Cuando esta esperanza se pierde con mentiras y traiciones, es el ciudadano que elige por el mal y que cree que le hará bien. La delincuencia, de hecho, crece, “porque si todos roban, porque yo no”, se escuchan frases como esta y el ciclo aumentativo de violencia social, familiar, individual, interna, crece. Los valores se despedazan y es el momento de volver a joder más al Perú.

Por supuesto que cada peruano es responsable de sus propios actos, que debe saber diferenciar entre el bien y el mal, pero qué pasa cuando ve que esto solo pasa para él, cuando ve que los políticos y los adinerados no son juzgados con el mismo rigor. Existen muchos candidatos que hace rato ya cayeron en falta, pero nadie dice nada con donaciones, mintiendo la forma como recolectan su dinero. Candidatos que han sido salvados de delitos totalmente comprobables y que hoy de nuevo buscan el poder. Los que han convivido con la corrupción y que ahora pasan por limpios. Aún creo que el Perú no es un país de tarados y eso representa más de la mitad de la población que no cree en los políticos, en los que por agenda ya saben a quienes tendrán que devolver el favor cuando lleguen al poder, de qué empresas recibir el diezmo por el favor, a qué político encarcelar para no tener piedras en el zapato. Y es que la incredulidad del peruano es harto y justificado y no se le puede mentir ni con “el voto informado”, ni con las entrevistas gravadas.

Y no es que este anarquismo político, electorero,  sea fruto ganado de una amplia investigación del votante, el peruano está harto de los gobiernos que han venido mintiendo al Perú, del sistema que ha creado verdaderos dinosaurios para la defensa de los interés de las grandes corporaciones que ponen sus candidatos y sus presidentes a pesar de la desesperanza del peruano.  Y la mejor protesta para hacer sentir su desazón es justamente la indiferencia hasta el momento por los candidatos, pero llegará el día en que el peruano se decida por uno de estos, que deba elegir entre uno de los dos que llegarán a segunda vuelta, y entonces, después de un año, se volverá a decir: “yo jodí al Perú”.