Escribe: Jorge Martín Carrillo Rojas
coquicarrillo@yahoo.com
@reporteropro

Se dice que hay que estar en el pellejo ajeno o vivir lo que otros padecen para conocer al resto. O como muchos expresan: mientras a mí no me toque, qué diablos me importa.

Y eso es lo que al parecer nos pasa a los llamados citadinos. Los que por suerte, vivimos en un lugar donde tenemos necesidades aun por atender, pero no padecemos grandes problemas como otros pobladores, por ejemplo, los indígenas.

Hace semanas atrás tuve la suerte de estar en la comunidad de Saramurillo, cubriendo las incidencias de la huelga indígena más larga de la historia de la Amazonía, sin temor a equivocarme.

Fue mi segunda visita, en menos de un mes, pero la más enriquecedora. Estar en Saramurillo sirve para constatar que a menos de ocho horas de Iquitos, existe un poblado que no cuenta con energía eléctrica las 24 horas. El agua que se toma es la del río Marañón, que está contaminada en mayor o menor nivel que los demás ríos amazónicos.

Solo algunos, contados con el dedo, cuentan con servicio higiénico. Ya imagínense en un apuro estomacal.

El servicio educativo y de salud, solo existe de nombre, pues el colegio de primaria y secundaria, sumado al de inicial, no reúne las condiciones. Los docentes tienen que recurrir a practicar magia para el dictado de clase y los enfermos solo pueden recurrir a Saramuro para ser atendidos, pues Saramurillo solo cuenta con un botiquín comunal.

Saramurillo entrará a formar parte de esos pueblo que muchos llaman rebelde, por la huelga que se acata desde hace más de dos meses. Tan es así que basta con entrar a Google y poner en la búsqueda la palabra Saramurillo para darnos cuenta sobre las informaciones que se han generado de lo que acontece en dicho pueblo es diversa.

Pero a los pobladores que ahí radican y a los que han llegado de otras comunidades para sumarse a la huelga, lo único que les interesa es que el gobierno, el recién estrenado, dé muestra de un trato diferente y no sea el mismo trato como el que les dieron los gobiernos que ya pasaron.

Los pobladores de las diversas comunidades demandan que no se siga contaminando sus tierras. Que las compensen económicamente, que titulen sus territorios, entre otras demandas.

Luego de convivir varios días con los pobladores indígenas me pregunto: y si fuera al revés. Si nosotros los citadinos viviéramos en esas comunidades y ellos estuvieran en nuestro pellejo, cambiaría en algo la forma de pensar que tenemos muchos pobladores de los indígenas y sus demandas. Claro está que no en todo tienen razón los pobladores indígenas. Pero han sido los gobiernos por una mala fiscalización a las empresas petroleras que se ha llegado a estos niveles de protesta. Es decir, las transnacionales petroleras, además de contaminar, se han zurrado en los gobiernos de turno.

De Saramurillo y otros pueblos de la Amazonía extraño la paz que no permite, por ejemplo, no estar infectados de mototaxis, que dicho sea de paso, nos contaminan doblemente: sonoramente y con gases tóxicos.

Ojalá que en un tiempo o días muy próximos, se dé una solución y se atendida las demandas de las comunidades indígenas para bien no solo de ellos, sino de todos que aun queremos vivir en un medioambiente que estamos a tiempo de no destruirlo más.