Caí en la cuenta en un artículo escrito por un colega que decía: En medio de este tumulto, colori­do y en movimiento, conoce a Hunter S. Thompson, padre del periodismo Gonzo. Thompson se involucraba en todas las historias. Donde se emborra­chaban, él lo hacía; donde se droga­ban, él lo hacía; donde se peleaban, él lo hacía. Wolfe siempre admiró ese ca­rácter en Hunter, esa forma de tomar parte activa en los acontecimientos. Él, en cambio, era más bien un obser­vador. En The Electric Kool-Aid Acid Test, un compendio de sus crónicas, figuran textos en los que habla de sus encuentros (y desencuentros) con el salvaje Thompson, pero también con Bob Dylan, los moteros de los Hell Angels, Jack Kerouac, Allen Ginsberg y otros especímenes de la fauna cultu­ral de su tiempo. Solo que, claro, el propio Wolfe per­tenecía a esta fauna. Su nombre figura, hoy, junto a los de Gay Talese, Hunter S. Thompson, Joan Didion y Norman Mailer: todos ellos eran las “estrellas del rock literarias”. Y su estilo y actitud se lo debían al uso del lenguaje, al sa­ber contar las historias. Pero siempre cumpliendo la regla más importante del periodismo: no mentir. El gonzo sucio y vandálico no se puede comparar con la elegancia y el estilo casi antropológico de Wolfe. Él no solamente exaltó el Nuevo Perio­dismo, sino que le dio forma. Después de todo, hablamos de alguien que trajo algo nuevo: una manera de contar las historias reales y un chaleco blanco de lino tan fino como él”.

Todos tenemos ejemplos que seguir. Palabras que emular y frases que nos llegan al alma. Wolfe en el mundo, Jauregui en el Perú, Chema en todo el recorrido y Beto en todos los domingos. Vamos, en eso estamos. Seguimos a los que nos queremos y perseguimos a los que nos amamos. Siempre estaremos detrás de algo. Como si fuéramos los  días días perdidos. Yo leo y, después escribo. Hace por lo menos quince marzos mi cuerpo ya no es el mismo. Leo, después existo. Leo y comprendo. Miro y después releo. En esta región y en las que me mande el destino. Qué le puedo hacer. Solo el periodismo salvará al Perú. Sólo la profesión nos hará libres. El resto es silencio. Como silencio es todo lo que viene de usted y va hacia usted. Qué le podemos pedir a la vida sino es lo mismo que le pedimos al destino, es decir, un poquito de amor, un poquito de cariño. Soy gonzo porque practico el periodismo gonzo y eso me hace libre. Salí de las cavernas y me metí en ellas porque quise. Porque todo lo demás será literatura. Todo lo demás será sueño. Ni siquiera sueño, solo quimera, algo que nadie podrá alcanzar y que como inalcanzable solo está en la imaginación de unos cuantos. Pienso luego existo, como si lo vivido se empozara en el alma y que el dolor humano solo fuera una prueba que nos prestara el destino. Así estoy en este marzo del 2014, abatido y rebatido porque las palabras vienen como se van, tan callando.