Varios dicen que es un hombre que a lo largo de su vida ha sabido ser una mezcla de audaz y magnánimo. Y eso que podría considerarse un defecto, creo que es la virtud que ha llevado a Vaporito a ser un hombre exitoso que con la dosis de humildad le lleva a ser feliz porque hace lo que quiere y más le gusta, es decir: radiodifusión.

No es la primera vez que escribo sobre Vaporito. Ni será la última. Es quizás el único locutor de la vieja guardia que se mantiene en la radiodifusión loretana sin siquiera intentar dar el paso a la televisión porque, según me ha confesado, “la radio me gusta porque llega más a la gente”. Los de su generación o ya han fallecido o están sobreviviendo en la televisión o hacen cosas esporádicas en las emisoras que los pesetean.

Es, como se diría, un chapado a la antigua. Tanto así que el programa que tenía hace varias décadas en Radio Loreto (AM 1150) sigue con el mismo nombre en Radio Arpegio todos los domingos de 7 a 11 de la mañana (FM 102.1). Y está bien que así sea, digo, porque personas como Vaporito son los que sostienen al mundo. Y sostendré lo que afirmo.

Me consta que ha sufrido las peores decepciones tan solo por confiar en la gente. Y, aunque él no lo admite, uno de los peores errores de su vida, fue pasar de conductor de programa exitoso en la radio a empresario radial. Las mañanas iquiteñas tenían otro sabor con la selección de música comentada que ponía Vaporito. Como antesala de cada tema estaba su comentario tan pausado como pensado. Hacía de programa una diversión, un desfile de temas que más allá de los pentagramas tenían en su locución un sabor agradable que solo es potestad de los grandes. Muchos años después de ser su oyente, sobretodo en el período de vacaciones, llegué a conocerlo personalmente porque andaba donjuanescamente por un barrio que también era el mío. Cuando quiso cumplir su sueño de la radio propia se encargó de hacerlo todo en regla y cuando ya tuvo la frecuencia esa misma característica le llevó al fracaso. Radio Iquitos se llamaba su emisora, hoy desaparecida porque lo vendió a un precio de regalo. Después de esa venta se retiró de la radiodifusión hasta anclar en el programa dominical.

Cada vez que mis desvelos de fin de semana lo permiten lo escucho con atención. Hoy que he regresado a Iquitos por una temporada más o menos larga y me he metido -a pesar de la oposición sabia de Mónica- al mundo profundo de la radio y televisión he tenido la oportunidad de entrevistarlo. Demás está decir que conversar con un hombre de radio de la antigüedad es por demás agradable. Y Vaporito es un hombre de radio que no le hace mundo a las traiciones y voltea la página con una facilidad que sus propios traidores se admiran. Varios dicen que es un hombre que a lo largo de su vida ha sabido ser una mezcla de audaz y magnánimo. Y eso que podría considerarse un defecto, creo que es la virtud que ha llevado a Vaporito a ser un hombre exitoso que con la dosis de humildad le lleva a ser feliz porque hace lo que quiere y más le gusta, es decir: radiodifusión.