Después de las experiencias totalitarias del siglo pasado las reflexiones estaban y están empeñadas a valorar y centrarse en la persona frente a la sociedad. La experiencia totalitaria como el nazismo, el fascismo y el fallido socialismo sirvió para reforzar la idea de la persona. No es nada extraño en ese contexto la Declaración Universal de los Derechos Humanos donde la primacía era y es la persona, se mencionaba a la dignidad humana ante todo. Era una suerte de vacuna o cordón sanitario de la humanidad de cara a las ideas colectivas atufadas de racismo, xenofobia, patriarcado entre otras distorsiones. Era y es una lucha constante. La reflexión de T. H. Adorno en la que decía que después de la experiencia del nazismo y los campos de concentración la filosofía no volvería a ser la misma era un llamado de atención a lo que humanidad había cabalgado hasta entonces. Pero a pesar de esas advertencias, la humanidad siempre se tropieza en el mismo badén, alguien decía que la persona humana es el animal que se tropieza en la misma piedra. Lo que vivimos por estos tiempos es el auge de la extrema derecha. Aquella que desdeña las ideas de lo políticamente correcto. La que se permite ser racista, machista, xenófoba y la gente y los medios de comunicación afines, les aplaude levándose de la silla de donde están sentados. Lo hemos visto en el Brexit, en Francia con la zaga de los Le Pen, en Holanda, España (los comentarios subidos de tono en las campañas electorales contra los inmigrantes están sobre la mesa)  Hungría y la consagración en Estados Unidos de Trump, un candidato que ni en su propio partido lo quería. Lo curioso es que la vacuna contra ese tipo de pensamiento no ha funcionado, ha sido derrotada por este tipo de pensamiento rancio – con total falta de oportunidad se leía que un expresidente español se alegraba por el triunfo de Trump, se alegraba por el mercado, rezongaba. Y la mayoría de la sociedad ha permitido con su silencio y falta de coraje para preservar los valores de esta sociedad contra ese pensamiento totalitario. Eso nos pasa por no saber decir no la estupidez.

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