Una lanza a favor de Ángelica Mendoza de Ascarza

Por Miguel DONAYRE PINEDO

De acuerdo a los reportes de las instancias internacionales que monitoreaban y encendían las alarmas sobre las afectaciones de derechos humanos en distintas partes del orbe, los años ochenta en Perú fueron duros, muy duros, para los derechos fundamentales. Especialmente, lo relacionado con el tema de las desapariciones forzosas. Vinieron comisiones ad hoc a visitar nuestro país que, supuestamente, se regía por una Constitución Política y, de paso, alertaban del peligro de las muertes y desapariciones que el poder civil dejó en manos de los militares en el tema del terrorismo [recordemos que PCP- SL y el MRTA también asesinaron a muchas personas inocentes]. En pleno vendaval una de esas voces que no se apagó fue la de Angélica Mendoza de Ascarza de la Asociación  Nacional de Familiares Secuestrados y Desaparecidos del Perú (ANFASEP), a quien secuestraron al hijo y hasta ahora no sabe si está vivo o muerto, está desaparecido. Gracias a su valentía en denunciar estas graves violaciones a la dignidad humana se pudo investigar muchos casos de personas desaparecidas. Imaginamos lo que sufrió y todavía sufre a sus 83 años. Es uno de esos héroes anónimos que son la fuerza moral en un país. Recientemente, recibió la medalla de la Defensoría del Pueblo por la defensa de estos derechos, aunque a mi parecer un premio tardío y con morosidad [ya sabemos que justicia que tarda no es justicia, años antes esta misma institución premió a Mario Vargas Llosa ¿? Con la misma medalla. Pero quien estuvo en primera fila fue ella recibiendo insultos y denuestos]. En medio de ese alud de sangre que fue la violencia política que desnortó a propios y extraños, se requieren voces bizarras como la de Angélica, ojala que nunca se apague.