Cuando la política entra a niveles infantiles uno se pone a pensar que tiene mucho que ver con la cultura y la educación de un país. La mala leche española reconocida por propios y extraños nace desde las entrañas (debo advertir que muchos latinoamericanos y latinoamericanas producto de la convivencia también aquejan de ese mal). Tengo la impresión que desde que miran al mundo estos bípedos están en pleno conflicto con el entorno. Gruñen. Lanzan bufidos. Se enfadan ya sea consigo mismo o con los demás pero esas malas caras deben ensayarlas desde que son niños o niñas. Claro, emocionalmente esto es muy dañino. Desde que pisas estas tierras percibes que están atrincherados en parcelas, en gavillas. No los mueve nadie. Y cada uno levanta una bandera –admito que aquí se ha acrecentado mi intolerancia hacia las banderas que se han constituido en los símbolos bufones de los nacionalismos más perversos, sean estos los nacionalismos de centro o los periféricos. Como bien es sabido, un problema irresuelto desde hace mucho tiempo son los problemas territoriales en este país, a veces, pienso que son problemas que no se quieren solucionar y están ahí presentes para incordiar porque cada generación puede echar mano de esos conflictos sin resolver y sobre eso levantar discursos. El actual tema territorial de Cataluña pasa por eso. Además que es una miscelánea de emociones trituradas (acabo de leer una reseña a la mujer del actual presidente de esa Comunidad Autónoma y es de una sobonería deslumbrante, digna del peor periodismo y luego se burlan del oficio del periodismo en la periferia mundial, son unos pobres diablos) ¿Por qué no discutir, acordar y celebrar un referendo con todas las garantías? No les interesa, les conviene tensar la cuerda pero no resolver el problema. Decía al inicio de esta crónica el nivel de infantilismo que ha llegado la política española, incluye a Cataluña, por la actitud de sus gobernantes: una pata que grita ¡viva la república catalana!, un general que amenaza sacar los tanques, una comunidad autónoma que tiene embajadas y una suerte de ministro de asuntos exteriores, un presidente de gobierno que está atado en el inmovilismo repitiendo la misma rancia monserga, y puedo seguir enumerando los disparates que se multiplican por cientos cada día. Es un Reino envuelto en sus emociones torturadas.