Por: Miguel Donayre Pinedo

Cuando se trabaja en el mundo de la ficción el paso a la realidad no siempre es un camino en que se sale indemne. Hay esquirlas que se quedan pegadas al cuerpo o te vas de cara contra la pared. Hay que buscar aguas más neutras y refugiarse en un manglar emocional y saborear el agua dulce y salada a la vez, y luego puedes desenvainar el sable. Me parece que ese tránsito de aguas, que es una suerte de servidumbre obligada, obvia el escritor y premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. Fue muy desafortunado en el símil que votar entre Fujimori Higuchi o Umala era como elegir entre el cáncer terminal y el SIDA. Vaya torpeza emocional del escritor ¿quiso ser políticamente incorrecto? Si lo pensó, metió la pata. En su posición debió recurrir a la pedagogía política pero no apelar a ese paralelismo tan pernicioso que puede herir a muchas personas que sufren esos males. ¿Hubo defecto de empatía? ¿Qué raro más siendo escritor? Tiene una posición de lujo y no la aprovecha. Lo que escuchamos es un poso de bilis, seguro que en el diván encontraremos las razones. Pero antes de lanzarse debería paladear las aguas del mangle.