Lectura obligada:

Cuando uno lee el último libro del escritor colombiano William Ospina, Pa que se acabe la vaina, tiene la viva impresión de que está leyendo sobre el Perú de ayer y del presente. Salvo las lógicas diferencias, circunstanciales y hasta anecdóticas entre ambos países, la historia que les nutre parece un calco y una copia. De acuerdo al autor referido, las dos patrias siguen extraviados en la solución colonial. En una época que debió pasar, pero que se quedó luego de las gestas emancipadoras. Lo grave también fue que ambas naciones se dedicaron a imitar los esfuerzos ajenos, las soluciones de otros. Ello es más terrible si consideramos que gracias a esa capacidad de papagayo quedaron relegadas, marginadas, las enormes potencialidades de esas gentes que jamás tuvieron acceso a las gangas del poder, a las decisiones de los próceres.

Ese conflicto, entre los que miran hacia afuera y los ruidos de los que vienen de adentro, del corazón de los excluidos, no se puede solucionar hasta ahora. En Perú y Colombia, porque los caudillos de ayer y de hoy, los partidos políticos, los representantes calificados no juegan limpio, y siempre han hecho del poder una distribución en beneficio propio y de sus seguidores. Los vicios tradicionales no han desaparecido, si no que se han modernizado y los gobiernos que pasan dejan las cosas intactas. Todas las promesas de cambio quedan en simples palabras, en poses verbales, en mentiras. El inconveniente ahora es que los que traían las supuestas soluciones andan hasta las patas. Es decir, ambas naciones están ante una frontera irreversible.