Él estaba en la punta derecha. Yo en la izquierda. ¿Esa posición habrá sido el preámbulo de lo que alguna vez abracé en términos políticos y nunca partidaros? En medio de los dos estaba el mejor mediocampista que haya visto en mi paso por “Pelota de Trapo”, Marlon Salazar. Fueron años maravillos en los que veinte minutos bastaban para derrotar al rival que nos ponía el fixture. Los goles que metíamos siempre eran pases de Marlon y batíamos cada año nuestro propio record. Nuestros padres, madres, hermanos, primos y el vecindario nos alentaban para compensar los insultos que nos lanzaban los barristas del equipo contrario.

Éramos de la cuadra diez de la calle Putumayo –cuando los equipos de ese torneo organizado por el Círculo de Periodistas Deportivos del Perú defendían también al barrio- como también había de la Urba Sargento Lores, cuadra 11 de Arica, Mariscal Cáceres, Brasil con Arica, Nauta segunda cuadra. Defensor Arica, Estudiantes Unidos, Coca Cola, Fanta, Sprite, Amenaza Verde eran nuestros rivales no sólo en el campo de fulbito sino en “sponsor”. A ellos les financiaban empresas y minifortunas familiares, a nosotros “Embotelladora La Selva” que nos proporcionaba todos los implementos deportivos y el transporte y bebidas necesarias.

Ese él del primer párrafo era Michel Cariajano, un niñito como yo que con sus escasos centímetros de estatura –como yo- hacía pasar vergüenza a los defensores que recibían las reprimendas de los entrenadores y padres mientras él se metía al áera chica y, también, avergonzaba al arquero con sus toques de gol imprevisibles. ¿Qué cosas, no? A la mayoría de esos jugadores –con los que compartimos el mayor tiempo de nuestras vacaciones- les he visto en el trajinar de la vida. Algunos han fallecido. De Michel no he podido conocer su paradero. A pesar de haber preguntado constantemente. Ni los tiempos de redes sociales han hecho posible su ubicación, aunque no pierdo la esperanza de reencontrarle un día de éstos y jugar con los mismos de siempre, aunque no con las habilidades de esos tiempos donde “los seis diablitos” éramos los protagonistas de jornadas deportivas que nos hacían creer que, salvo el jugar al balón, todo era ilusión.

Viene este recuerdo porque este sábado habrá un torneo maravilloso y nostálgico en Lima entre exalumnos agustinos y habrá oportunidad de alinear con Marlon Salazar pero no con Cariajano. Porque no es exalumno agustino y porque, fundamentalmente, no le hemos podido encontrar. Pero esos diablitos, a pesar de los casi 40 años trancurridos, no han podido desaparecer de la memoria colectiva, como bien me lo recordó hace algunas noches Jair Sánchez, el líder del grupo “Los Wemblers” que alineaba en “Amenaza Verde” y que continúa haciendo diabluras en la música como nosotros hacíamos en las canchas de cemento.