El alcalde de la ciudad canadiense de Toronto, Rob Ford, quien hace algunos meses fue despojado de una parte de su atribuciones por consumo de alcohol y drogas, no tuvo otra alternativa que anunciar la semana pasada que daba un paso al costado porque el abuso de sustancias tóxicas ya se había convertido en un abuso del cargo, limitado es cierto, que ostentaba. Su abogado, un señor de nombre Dennis Morris, escuetamente informó a los periodistas que la autoridad edil asistiría a una institución que ayuda a personas con problemas de abusos de sustancias. En medio de todo el lío que se produjo hace algunos días Ford fue filmado despotricando de sus oponentes políticos en un bar, totalmente ebrio, según dio cuenta en su momento el diario The Toronto Sun. Esta autoridad fue elegida en octubre del 2010 con el 47% de los votos de los electores de Toronto, seducidos por sus propuestas de bajar los impuestos y acabar con el despilfarro. Tiene seguidores acérrimos en los suburbios de la ciudad que, a pesar de los escándalos, han mantenido elevados los niveles de aprobación pese a haber admitido el consumo de crack, a los escandalosos videos subidos a YouTube y a las acusaciones de vínculos con pandilleros. Toronto, una de las ciudades más importantes y desarrolladas del planeta ha tenido un alcalde con esas características que fue llevado allí por el voto popular.

El político Charles Zevallos Eyzaguirre, alcalde elegido de la provincia de Maynas, que tiene como capital a Iquitos, una de las ciudades más importantes del oriente peruano, llegó a ese puesto porque la gente tomaba en broma sus besos en la boca a cualquier ciudadano sin importar el sexo ni la edad. Tuvo los votos suficientes porque la población veía –y temo que aún ve- como accesorias las palabras incoherentes y el comportamiento aún más de un personaje que pugnaba por representarnos. Y lo logró. Pocos meses después de asumir el cargo sufrió un lamentable accidente por realizar prácticas riesgosas que nada tenían que ver con el cargo y, más bien, graficaba la frivolidad y escasa seriedad que había impregnado a su gestión. Como para comprobar que algo le había sucedido en la cabeza el mismo alcalde salió a decir en diversos medios de comunicación que no sufrió ningún accidente y sí un atentado contra su vida perpetrado por quienes deseaban sacarlo del puesto para manejar despilfarradoramente los recursos del Municipio. El Jurado Nacional de Elecciones le suspendió en sus funciones y desde ese momento Charles pugna por regresar y basta escucharlo para comprobar que aún no está bien del cerebro.

Por diferentes circunstancias Toronto está hermanada con Iquitos. Una por tener un alcalde que consume una de las peores drogas que haya creado la humanidad y otra por elegir a una autoridad que nunca estuvo en sus cabales, menos ahora.

1 COMENTARIO

  1. pero si es eso que le gusta a la gente, aqui no hay diferencia de blanco o cobrizo o latino, unos son y otros se hacen…..

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