Si todos fuéramos más tolerantes avanzaríamos con mayor celeridad y más contundencia. Si obviáramos a aquellos que han hecho de la palabra mal pronunciada y la escasez de argumentos un modo de aparecer en los medios de comunicación la sociedad loretana tendría otro norte. Si dejáramos de ocuparnos de todos esos mequetrefes que han encontrado en la tribuna estéril un lugar para dar rienda suelta a sus bajos instintos y lengua larga los pobladores de esta región podríamos ver luz al final del túnel. Si ninguneamos cortésmente a tanto ignorante que se autoproclama representante de “la sociedad civil” y por ello se cree con derecho a lanzar improperios impropios habremos iniciado un camino que nos puede conducir al desarrollo sostenible.

Tolerancia, conocimiento, respeto y otras condiciones más es lo que necesitamos. Con urgencia. Perentoriamente. Pero, claro, si los medios de comunicación –con la autorregulación que nos impone la formación y que nos pide la vocación- no damos el primer paso no iniciaremos ningún camino. ¿Y cómo lo hacemos? Es la pregunta del millón de soles o de complicada respuesta si nos atenemos al valor de la verdad y si todos los periodistas queremos sentarnos en el tan de moda “sillón rojo”. Podemos partir de una característica verificable y por ello, de urgente destierro. Escuchando a los que piensan diferente. Dando espacio a los que se oponen a nuestras ideas –los que tuvieran, por supuesto- y a aquellos que no comulgan con nuestros postulados –de nuevo para los que lo tengan, sin duda.

Con cierta dejadez es lo que venimos haciendo en este diario y en el programa que concesionamos en la televisión local. Y hemos encontrado un escollo terrible: que quienes saben que no comulgamos con sus pretensiones electorales y políticas se rehúsan a declarar o a sentarse como invitados. Es decir, varios de la clase política –dudo que sean políticos con clase- piensan que sólo deben sentarse ante los periodistas que o coinciden con sus anhelos o tienen algún tipo de trato para no hacerles preguntas incómodas. Y eso es tremenda y terriblemente dañino. Para ellos y para los periodistas.

Siempre ha existido puyas entre los políticos y los periodistas. Entre los periodistas. Entre los empresarios. Entre todos, en realidad. Y siempre va existir los golpes bajos y los no tantos. ¿Se acuerdan aquel 2es un hijo de puta” que pronunció Hernando de Soto, uno de los más destacados y laureados economistas contra nuestro –entonces- futuro Premio Nobel y mejor escritor de todos los tiempos Mario Vargas Llosa? Así que tampoco nos sorprendamos con los términos que escuchamos de los que han leído mucho menos que los mencionados.

Claro que esto sucede en los medios de comunicación a nivel mundial y nacional. Pero eso no puede ser consuelo para que en Iquitos se siga esa ruta. Es una propuesta lanzada al aire. Quien quiera cogerla que lo haga. Quien no, tranquilo nomás. Pero creo que la clave es la tolerancia y la transigencia.