Por: José Augusto Vargas Fernández.

“Aplasta su cabeza con una roca, degüéllalo con un cuchillo, atropéllalo con tu automóvil o empújalo desde un lugar elevado”…”especialmente a los rencorosos y sucios franceses”, alentaba en Setiembre de 2014, Abu Mohamed al Adnani, portavoz del denominado Estado Islámico, incitando al asesinato de infieles.

Desde esa fecha se han producido las matanzas de la revista Charli Hebdo y el supermercado judío en Paris, decapitación de un empresario en Lyon, 130 muertos en Francia mediante un ataque coordinado de yihadistas suicidas  y ahora Niza, además de los atentados con cientos de muertos en Orlando, Estambul e Irak.

La pregunta surge inevitable: ¿Existe una guerra entre Occidente y el terrorismo islámico?. Si usamos criterios tradicionales para definir la guerra, es decir, conflicto armado entre estados y/o ejércitos formales, evidentemente no es una guerra. Sin embargo, considero errado  utilizar criterios del pasado, para definir un conflicto armado sin pasado. La guerra terrorista es totalmente inédita, en tal sentido, si es una guerra. Y es importante definirla, para saber a qué nos enfrentamos, un médico que afirma que un caso de tuberculosis es una simple tos es un médico que mata a su paciente, recuérdese a Fernando Belaunde afirmando que el grupo terrorista Sendero Luminoso, era un grupo de “abigeos”. La historia demuestra que quien no dice “guerra” cuando la hay es muy probable que pierda esa guerra. Porque el que dice guerra se siente en peligro, el que no, no tiene enemigos, ni nadie contra quien combatir.

En tal sentido, siguiendo a Giovanni Sartori, habría que definirla como:

  • Guerra Terrorista: No es entre ejércitos que se enfrenten, y su intención es aterrorizar, matando indiscriminada y
  • Guerra Global: Esto lo diferencia del terrorismo tradicional interno, caso Sendero Luminoso en el Perú o ETA en España, su accionar estaba referido a su propio país. No es el caso del terrorismo islámico, que se convirtió en guerra global con Al Qaeda y que tuvo su pico más alto, para occidente, con el atentado a las torres gemelas el 11 de Setiembre del 2001. Es decir, el ataque puede producirse en cualquier parte del mundo, ejemplo: en la embajada norteamericana del Perú o de Sudáfrica.
  • No solo usa armas tradicionales: Puede usar desde armas bacteriológicas, hasta bombas humanas o camiones (Caso Niza).
  • Guerra Religiosa: Esta es su característica más perniciosa, se alimenta del fanatismo religioso, está protegido por una fe religiosa. Esto lo hace totalmente diferente del terrorismo tradicional conocido por occidente, el anarquista o el comunista, que eran ideológicos, que incluso tenían referentes reales, la URSS o la Republica China Popular o que pretendían tenerlo algún día como el anarquismo, una sociedad sin autoridad, sin estado. Pero el referente del Islam radical, es el cielo, paraíso donde espera Mahoma para llevarnos ante Ala. Los mártires, es decir los terroristas, no temen a la muerte porque van directamente al cielo. El marxismo es una elaboración racional con el que se puede debatir (caso Sendero Luminoso), una fe religiosa no.

Combatir el terrorismo islámico es inevitable y necesario; en ese sentido, la pregunta a responder es ¿Cómo?, me temo que occidente aún no sabe qué hacer. Sin embargo debería saber que NO  HACER, por lo pronto, no ceder al reclamo airado de la derecha radical, desde Donald Trump en  EEUU a Le Pen en Francia, que pretende a acabar con un régimen de libertades, que ha constado (parafraseando a Churchill)  “sangre, sudor y lágrimas”. La destrucción de la democracia, es decir, sociedades donde se garantizan, la libertad religiosa, la libertad de expresión, el libre debate de ideas y la elección popular, sería el triunfo de la teocracia, del islamismo terrorista. Por el contrario, hay profundizar en elementos de la democracia que quizás aún no han sido suficientemente consolidadas, la igualdad y la no discriminación. Pero la democracia debe defenderse, sin dejar de ser. Si perdemos nuestros valores, sustentados en estados laicos. Habremos perdido la guerra.