COLUMNA: PIEDRA DE SOL

El periodismo es siempre una tentación a la mentira y una larga búsqueda de la verdad. El abismo del periodismo no es la información, es la verdad de un hecho problemático social que incube a quienes conforman el círculo social; por supuesto que el periodismo no es un oficio, es una inmolación para demostrar la verdad que por distinto fenómenos sociales se oculta o hacen que se oculte. El periodismo más allá de ser una ciencia es una filosofía marcada por un fuerte sentido epistemológico;  el periodismo es un peligro para el poder, poder que termina distorsionando la realidad. En este sano oficio, ser periodista no es solo ser un soldado en campo de batalla, o un monje estudioso o científico de la verdad, el periodista vive para informar lo que es, y no desinformar lo real; vive para esclarecer, no sobrevive de la distorsión.

Ahora se habla de periodismo de sobrevivencia (creación perversa del poder para parecer limpia, moralista, honesta), aquel oficio de sobrevivencia donde unos seudos periodistas no quieren informar ni inmolarse por demostrar un hecho que sea de interés para todos, son los que trabajan para limpiar la imagen del político, para defender al sistema de corrupción, al narcotraficante, al candidato. Y todo este oficio, ajeno al verdadero periodismo, es tan solo para llevarse los frejoles a la casa, parar la olla a costa del desprestigio del cuarto poder. El periodismo de sobrevivencia no informa, alaba; no cuestiona, limpia el rostro  del entrevistado; no investiga, cobra para no preguntar lo que al entrevistado incomoda. Quiere parecer revelación con preguntas que no arañan la verdad; hasta en algunos casos quiere intervenir en otros medios para que a su padrino o patrocinado no le hagan relucir sus entripados. El periodismo de sobrevivencia vende nada en la televisación, radio o prensa escrita; es una lavandería de imágenes de rostros público o politos llenos de barro. Su tarea es ir en contra de la opinión pública, su mejor mérito es distorsionar al televidente o radioescucha.  Para este oficio, un Jaime Bayle, Beto Ortiz, Aldo Mariátegui son santos a quienes prenden las mejores velas; un Cesar Hildebrandt, Claudia Cisneros, Cesar Lévano son la trilogía satánica del oficio, son los innombrables, los que nos son periodistas sino que son puros resentidos.

Por supuesto que el oficio de sobrevivencia no solo se ha expandido por el mundo, el país y la región, sino que ya harta en lo común  en esta isla bonita iquiteña, escuchar y ver como estos periodistas de sobrevivencia rujen como fieras en la televisión y en la radio por la defensa de sus patrocinados haciéndoles parecer como profetas, como buenos. Se llevan el pan a la boca con la saliva sucia de alabanzas y felicitaciones, con la conciencia embarrada de no hacer lo que el verdadero oficio del periodista manda. Más se parecen jefes de imágenes con programas propios que verdaderos informantes. El penoso ver a un joven periodista, que lo llaman revelación, limpiándole el saco o acomodándole la corbata a su entrevistado, en vez de preguntar, cuestionar, sacar todos los trapitos sucios que tiene, que por eso el periodismo es llamado el cuarto poder.