Cuando me contaron que uno de los hombres más acaudalados puso como donación 40 céntimos en una de las latas que recorren las calles en manos de las damas solidarias con los bomberos, simplemente no lo creía. Me parecía una broma de mal gusto. Incluso, pensé que era hasta envidia hacia una persona exitosa. Pero ocurre que los hechos ocurrieron tal cual les estoy contando. Un reconocido empresario, dueño de uno de los  negocios más concurridos de Iquitos, ubicado en pleno centro de la ciudad, su local funciona, nada más y nada menos, que en una de las más representativas casonas de la época del caucho. Sí, un respetable integrante de la Cámara de Comercio y de la socialité de la isla bonita.

Cuarenta miserables céntimos, que incluso valen menos que los cinco centavitos de felicidad de aquel bolero bandera del recordado Pedrito Otiniano. Porque no se trata de la cantidad sino del gesto, a todas luces de total desprecio a la justa causa en bien de aquellos que arriesgan sus vidas por nosotros, incluso hasta por él. Pues ellos no hacen distingos, no preguntan la casa de quien se está quemando.

Tan solo deseo que esta actitud repudiable e indignante de este devoto de la virgen del puño, no sea escaneada por los demás integrantes del gremio empresarial. Que este mal ejemplo no cunda. No se prolifere. Que no se riegue como una plaga por nuestra sociedad. Crucemos los dedos y que así sea. Aunque no sé por qué al escribir esta parte del texto, suena  en mis oídos Lo Dudo, de José José.

Y me atrevo a contarles esta apestosa anécdota, no por el mero chisme, sino para ver si esto nos agarra a cachetadas en el orgullo y nos dejamos de ser tan pasivos e indiferentes para con los bomberos. Somos nosotros, los ciudadanos de a pie, los que dependemos de un escuálido sueldo, o de los soles que deja el trabajo diario. Pero también, hay que decirlo, de aquellos empresarios con gran sentido social, felizmente los hay en nuestra ciudad. Por un mango podrido no podemos derribar el árbol.

El viernes 15 y sábado 16 de diciembre, se realiza la segunda Bomberotón, que tiene por meta alcanzar la suma de 200 mil soles para comprar 16 Equipos de Protección Personal, EPP, para que estos hombres y mujeres voluntarios, valientes y generosos, cumplan con protegernos ante las emergencias, principalmente incendios, tal cual manda el protocolo internacional de intervención de los bomberos. Los nuestros lo hacen con trajes que cumplieron su ciclo de uso hace 10 años. Pero ellos aun sabiendo que están desprotegidos y expuestos al peligro van en nuestra ayuda.

Es importante señalar, que los bomberos cuentan con un seguro contra accidentes y hasta de vida, pero si, desgraciadamente, Dios no lo quiera, ocurre una desgracia con uno de ellos, pues no serían beneficiados con ese seguro, porque están cometiendo negligencia al intervenir en los incendios con trajes obsoletos y con la certificación vencida. Así los tenemos de abandonados a los que nunca nos abandonan.

Por eso desde esta mi columna, con lo único que sé hacer más o menos, escribir, te pido que nos podamos unir con esta jornada de solidaridad. Ya basta de darles la espalda. Ya dejen de insultarles y agredirles porque llegan tarde. Más bien te sugiero que hoy seamos propositivos. Que del discurso pasemos a la acción. Que dejemos de ser espectadores y nos unamos a ellos. Porque apoyando a los bomberos nos apoyamos nosotros mismos.

Sí lo podemos hacer. Y, ojo, que apelo a ti, y ni he mencionado a las autoridades, porque lamentablemente solo están para la foto de portada. Allá ellos, si quieren que vayan. Yo te pido a ti, amigo lector, que te portes y colabores con la Bomberotón. Ya no podemos darnos el lujo de seguir perdiendo el tiempo. Ya basta de ser una ciudad anti bomberos. Colaboremos con lo que podamos, sabemos que son tiempos difíciles, pero es en circunstancias como estas en que se pone de manifiesto los mejores signos de solidaridad. Y tú lo eres, tengo, esa seguridad. Aquellos ridículos y tacaños que creen que se llevarán su fortuna al cielo -o más que seguro al infierno- pues se equivocan de cabo a rabo. A aquel cachoso, a ese mercader que dio 40 céntimos, que se encargue de juzgarlo Dios. Tú y yo, sí estaremos con los bomberos. Lo firmo.