El último martes el hermano país de México fue escenario de un nuevo movimiento telúrico de 7.1 grados, el segundo en menos de dos semanas, generando cientos de víctimas y cuantiosos daños materiales.

El terremoto del pasado 19 de setiembre en la tierra de Cantinflas, coincidió con el movimiento telúrico del año 1985 que fue de mayor magnitud y mayor desgracia en el país centroamericano.

Ocurrida esta desgracia, la misma se convirtió en noticia mundial y además sirvió para compararla innecesariamente con el estado en que se encuentra la ciudad y la campante corrupción.

Más allá de comparaciones innecesarias y siendo Iquitos una ciudad no vulnerable, pero si propensas a recibir réplicas, como la de hace algunos meses atrás, se hace válida la pregunta: ¿Son necesarios los simulacros?

En lo personal creo que sí, porque en algún momento podrá servirnos, no quizá para ponerla en práctica en esta ciudad, sino por si un terremoto nos cogiera en otra ciudad de nuestro país o el mundo.

Aunque tras lo ocurrido en México, se ha puesto en tela de juicio si los simulacros deberían ser ejecutados previa coordinación, o simplemente sin previo aviso, para comprobar cuánto hemos aprendido de los simulacros realizados año a año, con mayor esmero los 31 de todos los meses de mayo, en conmemoración al terremoto ocurrido el año 1970 en el callejón de Huaylas.

Un terremoto no tiene día, hora, ni fecha en el calendario, pero sí la tecnología actual permite poder advertir a través de sensores de olas de mar y la activación de sirenas, la llegada de un movimiento telúrico que permite en segundos ponerse a buen recaudo. Esta tecnología se viene poniendo en ejecución en el distrito de San Miguel, el único distrito en Lima, en el resto del país, lamentablemente, no existe.

Muchos dirán. Qué nos importa los terremotos, si en Iquitos, nunca se presentará un sismo. Y claro, aquello de que a uno le tiene que pasar para tomar real conciencia de los hechos, cae como anillo al dedo. No tuvimos terrorismo, por ende da igual saber si este hecho podría volver a presentarse en el país, pues en Iquitos no se dará.

No nos ponemos a pensar cómo actuaríamos si un terremoto nos tomara desprevenido en Lima, en otra ciudad del Perú o el mundo. Si ni por nuestra propia seguridad en nuestras casas, ni ante el periodo de inundaciones nos preocupamos, qué podemos esperar en otro ámbito de hechos.

La frase: más vale prevenir que lamentar, deberíamos empezar a ponerla en práctica.

coquicarrillo@yahoo.com

@reporteropro