De los 44 periodistas que fueron asesinados en México en los últimos cinco años, solo uno fue abatido en esta peligrosa ciudad. ¿La explicación?: los comunicadores optaron por la autocensura para proteger su vida

Por: Amigzaday López*

Ser periodista y aceptar dinero del narcotráfico es firmar tu sentencia de muerte. En Ciudad Juárez o en cualquier parte del México donde el narcotráfico se ha extendido, lo mejor es no tomar partido en las disputas de los cárteles de la droga.

En la ciudad fronteriza entre México y EE.UU., que ocupa el primer lugar mundial en secuestros, donde cada día mueren ocho personas y donde cada cuatro horas hay más de 10 extorsiones, solo un periodista ha sido asesinado.

Los comunicadores de la ciudad más peligrosa del mundo han cambiado su forma de trabajar, su política editorial y tomado medidas de seguridad para sobrevivir.

En el día pelean por la exclusiva, por las noches reportean en grupo y algunos usan chalecos antibalas.

Todos los periodistas, en especial los de policiales, han sido amenazados. En una ocasión los narcotraficantes intervinieron la frecuencia y a través de las radios lanzaron una amenaza general: “No se metan con nosotros, ni lleguen a las escenas (del crimen) cuando aún estemos presentes”.

El jefe de información del Canal 44 y corresponsal de CNN en Ciudad Juárez, Édgar Román, señaló que la “narcoviolencia” ha extinguido el periodismo de investigación.

“De repente nuestra teleaudiencia pasó de testigo a víctima, lo que obligó a cambiar la cobertura de los hechos violentos, entre ellos, evitar las tomas dolorosas para los televidentes, se dejaron de usar palabras como “gatillero”, “sicario” y “ejecución”, por términos neutrales que no pusieran en riesgo a nuestro personal”, explicó.

Édgar Román recuerda uno de los momentos más difíciles que le tocó vivir como jefe de información, al detectar que en los noticieros de mayor audiencia del canal se incrementaron las noticias sobre ejecuciones. Los cárteles se peleaban hasta el espacio en los informativos.

Ante esta situación, se acordó informar todo lo que sucediera, pero evitar convertirse en mensajeros. “Empezamos a dar cuenta de lo que pasaba, como un ataque a negocio, pero no decir que fue por no pagar la cuota, para evitar fomentar el narcoterrorismo entre la sociedad”, señala.

En los periódicos “El Diario” o “PM” no se pone el nombre del reportero; en la televisión no se puede ocultar a los autores, pero todos los medios evitan redacciones que puedan resultar agresivas o provocadoras.

LA GUARDIA NOCTURNA


Una noche junto con Rodrigo González, camarógrafo de Canal 44, salimos a hacer la guardia nocturna.

—Apúrense, hay un ejecutado —nos dijo.

Al llegar ya había periodistas, la única indicación fue: “No se pasen de la línea” —que delimita el espacio donde los peritos recogían el cadáver—. El ejecutado fue ultimado en otro lugar.

Hecha la toma, emprendimos la retirada para estar alertas por otro “aviso” de ejecución. Rodrigo ha estado a cargo de la guardia nocturna desde hace varios años, donde le ha tocado que sicarios se hagan pasar por taxistas o simples ciudadanos para preguntarle: “¿Qué paso, sigue vivo?”. Lo mejor es no contestar o decir que no sabe.

El Nextel de Rodrigo suena, no es ningún “aviso”, es su jefe, Édgar Román, quien lo llama para saber qué sucedió, dónde está. Cada noche, Édgar hace al menos dos llamadas para saber dónde están sus reporteros de guardia.

Édgar recuerda que en fines de semana donde llegó a haber hasta 50 muertos, pidió a sus reporteros separar el trabajo de la familia. “Entendemos que es una situación muy riesgosa, pero alguien la tiene que hacer… Desde que empezó esta violencia, sistemáticamente me despierto tres veces en la madrugada para saber dónde andan. A veces me han entrado llamadas en las que me dicen: “Me amenazaron con un rifle de asalto”. Nunca puedes desligarte por completo”, admite.

—¿Crees que haya un momento en que frene la violencia en Juárez?

—Nunca me imaginé vivir en un Juárez como el de ahora, desde joven he cubierto la fuente policiaca, cubrí todos los feminicidios, pensamos que eso era lo peor que íbamos a ver, pero desafortunadamente no. Ahora en el canal hay bardas de vigilancia, casetas, videocámaras, guardias con armas largas autorizados por la autoridad a la hora de nuestros noticieros. Nunca pensamos que tuviéramos que regresar las unidades de transmisión porque no había las condiciones de seguridad… Como juarense tengo la esperanza de que Juárez regrese a ser ese lugar de oportunidad, de tranquilidad que fue durante décadas— contesta Édgar.

Román nos presenta al camarógrafo de apenas 23 años que en unos meses le ha tocado ver a más de dos mil muertos, y nos da una recomendación: “Nunca acepten dinero del narco; hacerlo es firmar tu sentencia de muerte”.

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El periodismo bajo ataque


Cuarenta y cuatro periodistas fueron asesinados en México en los últimos cinco años. En el 2009 hubo 11 víctimas mortales. Según la Sociedad Interamericana de Prensa, desde 1988 a la fecha solo un caso de asesinato de periodistas fue resuelto.

Más de 244 agresiones a la libertad de expresión se registraron en el 2009, de las cuales el 65% fue cometido por funcionarios públicos.

En algunas zonas del norte del país, los periodistas, además de grabadora, libreta y lápiz, usan chaleco antibalas.

(*) Especial para El Comercio