Hace unos días estuvo por aquí en Arequipa el líder de los denominados “caviares” Salomón Lerner Ghitis y el ex presidente regional de Lambayeque y ex premier de Alan García Yehude Simon para anunciar que formarán su nuevo partido político de izquierda “Juntos Por el Perú”. Como siempre, los abanderados de este sector reiteraron que nada tienen que ver con el acercamiento corrupto que habrían tenido tanto con Ollanta Humala y Susana Villarán. Claro que nadie les creyó, pero igual piensan que sacudiéndose el polvo para la tribuna, basta.

Antes había llegado Verónika Mendoza haciendo lo mismo, sólo que agregó su presencia en la Marcha contra La violencia a las Mujeres con este colectivo Ni Una Menos. Diciendo que ella no sabía nada de lo que pasaba en la tesorería de Los Humala Heredia. Mientras esto pasaba se desataba el escándalo de la contaminación de las conservas con gusanos que días después se fue ampliando a otros productos y ya no sólo era la conserva de caballa. Una cortina perfecta para los temas de corrupción que salpica a muchos de los que ahora nuevamente se autodenomina luchadores sociales. Hay quienes consideran que estos esfuerzos aislados de la izquierda son en vano si no se unen como antaño.

Que divididos son fáciles de derrotar pues basta con tildarlos de “terrucos” o asociarlos también al escándalo Odebrecht. La izquierda tiene poco futuro por sus irreconciliables diferencias al interior. El mayor problema no es la división creo, sino la forma tan diversa y antagónica de ver la perspectiva del país. Para un sector basta con ciertos derechos sociales afirmados y que la economía actual haga lo propio.

Hay otros que señalan que las reformas deben ser más profundas, entre estas dos gamas, hay una serie de matices que devienen de una historia de enfrentamientos permanentes. Sumarse a los colectivos de indignados no les ha traído mayores resultados al contrario, muchas de estas reacciones explosivas y espontaneas han rechazado que poco a poco hayan ingresado gente de izquierda que jale agua para su molino.

Es por eso tal vez que el Fujimorismo tenga tanta libertad de operar cómo lo está haciendo. No hay ruido mayor en la calle y si nadie canaliza de manera genuina esta reacción, entonces no habrá mayores sobresaltos a los objetivos de Fuerza Popular y será la ocasión perdida para la izquierda de mantener su presencia expectante en la última elección con Verónica Mendoza. Si esas diferencias se superarían y se aglutinarían en función de la única candidata que podría dar pelea en el 2021, tal vez estaríamos hablando de una real posibilidad.

Y si Mendoza asumiría un rol más activo y arriesgado se habría generado el contrapeso que reclama el país ante el avasallamiento fujimorista. Mientras esto no suceda, estas visitas por el país de los izquierdistas capitalinos en provincias no será sino un saludo a la bandera y no pasará de la foto.

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