“Loreto avanzó un puesto y dejó de ser la región menos competitiva” dice el documento elaborado por el Instituto Peruano de Economía (IPE) titulado “Índice de Competitividad Regional 2017”. IPE es una consultora de renombre internacional que desde hace muchos años toma el pulso a cada una de los pilares en los que, según su metodología de evaluación, se sustenta la competitividad de un territorio regional. Estas variables son seis: entorno económico, infraestructura, salud, educación, laboral e institucional.

De acuerdo al reporte de 2017 que presenta los resultados obtenidos en el año 2016, después de muchos años, Loreto ha salido del insufrible, bochornoso  y desventurado puesto 24 para subir al puesto 23 del ranking de competitividad regional. No somos últimos, ahora somos penúltimos, lo cual es una noticia agradable desde todo punto de vista puesto que ya nos habíamos acostumbrado a ver a Loreto de colero absoluto de la competencia regional, un habitué sempiterno del fondo de la tabla.

Al relevar esta noticia no estoy queriendo decir de ninguna manera que estemos bien. Claro que seguimos mal, aunque no tan graves como el 2014, año en que después de haber recibido por una década una chorrera de dinero de canon petrolero y de tesoro público ascendente a 16,500 millones de soles aproximadamente,  Loreto no pudo exhibir un mejor y más decente lugar entre todas las regiones. No estamos bien, pero digamos que ahora hay una lucecita al fondo del túnel que nos indica que el camino correcto no es el de mirarnos –ni que nos miren- como una región que estira la mano sino como un gigante que ha sido dopado por tantos años de corrupción, facilismo, ineptitud, despilfarro, reintegro tributario, exoneraciones, mitos y virginalismos estúpidos que debemos superar con perentoria exigencia.

Algunos querrían que estemos mejor posicionados, algo así como pasar de frente en un par de años a mitad de tabla. ¿Quién no quisiera?, pero no nos engañemos creyendo que la cosa es sencilla. Subir un peldaño en la tabla de la competitividad cuesta mucho y no se logra con peroratas, con buenos deseos, ni con varita mágica.  En esta competencia, al igual que en un partido de fútbol, los puntos a favor y los ascensos en la tabla se ganan a pulso, empujando al equipo hacia adelante, con una sólida defensa de nuestras reivindicaciones, atacando por todos los flancos, con mediocampistas que manejen los tiempos y distribuyan los pases con precisión, con goleadores que no desaprovechen ninguna ocasión de anotar para el equipo. Con estrategia, habilidad, juego limpio y con goles. No hay otra forma.

Uno de los pilares en los que no hemos logrado avances es en infraestructura que el IPE mide en términos de cobertura de electricidad, comunicación digital y servicios de agua y desagüe, atendidos hoy por Electroriente, cuatro operadoras privadas y Sedaloreto, respectivamente. De allí la urgencia de que se destrabe el proyecto de línea de transmisión eléctrica Moyobamba-Iquitos y que la empresa Sedaloreto sea reformada técnica y organizacionalmente para desarrollar nuevas inversiones que mejoren el saneamiento básico, sobre todo después de  la catastrófica obra de alcantarillado-entubado de Iquitos de ingrata recordación. El pie del que cojeamos también es la educación, aun cuando la puntuación en comprensión de textos pasó de 13.2 en 2014 a 18.1 en 2016 y en razonamiento matemático de 4.8 a 5.8. Debemos diseñar una estrategia integral que abarque infraestructura educativa, métodos e instrumentos de enseñanza, contenidos curriculares, nutrición estudiantil, acompañamiento de padres, la mejora continua en la gestión de instituciones educativas, entre otros. La salud, en cambio, es uno de los pilares en los que se ha tenido un buen desempeño logrando escalar del puesto 23 el 2014 al 17 en el 2016.

En cuanto al pilar laboral, se busca compensar la caída de la inversión pública por efecto de la reducción a su mínima expresión del canon petrolero, reactivando la explotación petrolera y las inversiones en el sector forestal, y materializando los grandes proyectos de infraestructura de conectividad que se vienen impulsando: carreteras, puentes, hidrovías, puertos, entre otros. El pilar institucional, igualmente, es clave: hay que mejorar la percepción sobre la gestión pública que incluye como rémora el pobrísimo desempeño del poder judicial. Finalmente, en cuanto al entorno económico es necesario fomentar la industria transformativa, para lo cual se debe prescindir del reintegro tributario, haciendo que la compensación por su eliminación sean otorgados a los jóvenes emprendedores para generar empresas, autoempleo y un crecimiento sostenido del PBI regional.

Estamos en el puesto 23, pero creo que podemos ascender más en la medición de 2017, si se desencadenan todas las fuerzas impulsoras del progreso que nos liberarán de la postración en que estuvimos hasta el 2014.