Los trenes todavía atesoran un aire de nostalgia ¿serán las estaciones y grandes relojes?, ¿será que muchos tienen las paradas dentro de las ciudades?, ¿Qué no te despegas del suelo como los aviones? Desde niño siempre me han fascinado. Recuerdo que en Chiclayo cuando era un párvulo cerca de casa pasaba un tren y de ida al colegio pasábamos por la estación; era un tren de carga que llevaba cantidades de sacos de azúcar. En este viaje por Oporto habíamos planeado ir en el Tren Celta. Se llama así el tren que une las ciudades de Oporto y Vigo. De Oporto se sale de la estación de Campanhá y se llega a la estación de Guixar en Vigo, España. Salimos muy temprano y volvimos ese mismo día por la noche. La historia de esta ruta es que muchas veces lo han querido cerrar, pero la ciudadanía y las autoridades se han opuesto, y hoy sigue cumpliendo esa ruta que tiene sus inicios en el siglo XIX. Son casi dos horas y pico de viaje y vale la pena hacerlo. Es muy curioso que el paisaje urbano que se divisa desde el tren apenas cambia, pareciera una continuidad de un mismo territorio. A lo largo del recorrido no se observa banderas, salvo excepciones en instituciones públicas. Al paso se ve una antigua y abandonada oficina de aduanas en el lado portugués es un símbolo de lo que han sido las fronteras con la creación de la Unión Europea, hoy tan denostada por la falta de talento de sus autoridades. A lo largo de la ruta te topas con el mar, casi lo bordea, dando unos paisajes impresionantes. El día nos fue favorable, auguraban lluvia pero seguro que sería por la noche. Así que pudimos hacer a pie casi todo la ruta en la ciudad de Vigo. Tanto en el lado portugués y español, la gente era muy afable. En este viaje, en el paseo marítimo de Vigo, casi sin pensarlo nos topamos con una estatua a Julio Verne, estaba el escritor francés sentado sobre un pulpo, era en honor al escritor por situar a Vigo en sus viajes – Verne también imaginó un viaje en una jangada por la floresta pero los trópicos no están para lecturas ni para recuerdos. Paseamos por el centro histórico y desde ahí nos encaminamos al Monte del castro donde se puede ver la ría en toda casi toda su dimensión. La vista engatusa. Desde esta ciudad también salían barcos e inmigrantes para la floresta, en el período cauchero. Frente a Vigo están situadas las Islas Cíes, que es un Parque Natural que tiene unas espléndidas playas, pero ya el tiempo no daba para tanto. El tren de vuelta esperaba y con la promesa de volver.

https://notasdenavegacion.wordpress.com/