El programa -habitualmente de una hora- tuvo que extenderse media hora debido a la participación de los televidentes. De los más variados. Sin insultos, sin frases percudidas ni adjetivos innecesarios se solicitaba que los periodistas nos ocupemos de la gestión en la Beneficencia Pública, que expliquemos por qué no tenemos servicio de agua potable.

Fue a raíz de un programa de autoayuda que recordé mi infancia. El viernes 17 por la noche llegué al canal de televisión abrumado por el malestar del cuerpo producido por haber soportado una lluvia que seguramente no hubiera causado estragos en mi etapa veinteañera. Ahora que ya llevo 50 setiembres los años pesan y pasan, me dije. Ese malestar se elevó porque de un momento a otro -como casi siempre- fui atacado por una disentería malévola. Así que no estaba de muy buen ánimo para presentar reportajes ni entrevistar a nadie. Ya se había pactado la llegada de un dirigente sindical, era improbable que asistiera por la lluvia que aún soportaba la capital loretana. Así me dio las diez de la noche y el consabido “al aire” con el que nos anuncian a los conductores de televisión que otras personas nos ven en otras partes.

No tenía ni idea qué decir, en verdad. Y se me ocurrió que debía pedir la opinión de los televidentes sobre qué hacemos ante tanta obra mal hecha. Ese día se lanzó un comunicado donde se aseguraba que los desperfectos en la Plaza 28 de Julio habían sido ocasionados por enemigos de la gestión edil y que muy pronto se conocería a los culpables. Ese mismo día una pared se derrumbó en el Asentamiento Humano Manuel Cardoso y los funcionarios del Gorel explicaron que el mismo fue causado por un cargador frontal accidentalmente. Los vecinos decían lo contrario, pues ellos vieron cómo la pared se vino abajo con un albañil arriba.

El programa -habitualmente de una hora- tuvo que extenderse media hora debido a la participación de los televidentes. De los más variados. Sin insultos, sin frases percudidas ni adjetivos innecesarios se solicitaba que los periodistas nos ocupemos de la gestión en la Beneficencia Pública, que expliquemos por qué no tenemos servicio de agua potable. Varios temas más. Todos ellos que tienen que ver con la ciudadanía y que no necesariamente son responsabilidad de las autoridades de turno.

Terminado el programa, me olvidé de la disentería, del malestar corporal y, a pesar de avanzada la noche, me encontraba revitalizado. Como si recién me despertara. La lluvia ya había cesado. Mi ánimo había cambiado. Y en el trayecto a mi casa en Punchana recordé las tardes infantiles por la calle Putumayo cuando manejaba la rueda en plena lluvia y ante los obstáculos geográficos los sorteaba, previas caídas. Ante cada obstáculo, me revitalizaba. Me daba ánimo. Hoy ese ánimo me lo dio la gente, la que tuvo la gentileza de llamar al programa y saber que, a veces, los periodistas funcionamos de catarsis no sólo del público sino de nosotros mismos.