Renuncia de facciones

El 11 de julio de 1940 el alcalde Manuel Pinto y 9 conejales se dejaron de zancadillas, zampadas, zarandajas, vacancias mutuas, insultos a lengua desatada y mandíbula golosa y renunciaron a sus cargos. Se fueron cerrando la puerta para siempre, renunciando al protagonismo vanidoso, a las gangas del poder del pasado, a los servilismos, a los intereses de los unos y los otros. Entonces la situación edil no daba para más. Casi como ahora. Esa  conducta de renuncia irrevocable deberían imitar los que ahora siguen en esta gestión caótica, colapsada, acéfala.

En vez de empecinarse en la bruta pelea por el pequeño poder, donde todo y más vale, deberían dar un paso al costado, admitiendo que no sirven para labores de gobierno edil. Es insoportable para la colectividad que sigan insistiendo en estrangularle al otro, al rival, al enemigo, mientras la ciudad se perjudica ante esa intestina y estomacal lucha entre pandilleros de la política. Antes que ocurra una reacción de la sociedad ambos grupos deberían irse a sus casas. A descansar, a ver televisión, mientras se convocan a nuevas elecciones. Lo hemos dicho ya pero el tema vuelve a raíz de las increíbles declaraciones de un ciudadano vacador que publicamos en esta edición.

El señor Segundo Guevara iba a buscar la vacancia del pintoresco Guimas Gadea, pero acaba de arrepentirse involucrando a un empresario y a una regidora. Iba a buscar la vacancia como quien hace cualquier cosa, como quien sigue un capricho infantil. No es una novedad para nosotros esa aberrante conducta. La historia humana tiene suficientes años y hechos para saber lo que es una lucha por el poder en cualquier  parte. Allí todo vale. Hasta las forzadas vacancias, los empapelamientos, las trampas, la estupidez sin nombre hacia el trono. Hace exactamente 72 años toda una gestión edil partió para no volver. No está mal imitar los buenos ejemplos.