En 1776 se publicó el libro «La riqueza de las Naciones», del economista y filósofo escoses Adam Smith, máximo exponente de la economía clásica y llamado también el padre de la economía moderna. En su obra critica los monopolios comerciales que nacían de normas que les otorgaban exclusividad y que impedían el acceso libre al mercado, tras ello Smith propone el llamado régimen de concurrencia, que formula la libre entrada al mercado, argumentando que de darse esta situación, el mercado se desarrollaría como llevado por una mano invisible.

De lo descrito se entiende que Adam Smith criticó en cierto modo el beneficio individual  y proponía el régimen de concurrencia como una alternativa para el beneficio general, entendiendo que el libre mercado permitiría a todos ingresar en él, bajo el supuesto de un mercado sin barreras o fallas; es decir, un mercado en «competencia perfecta».

Empero, es menester indicar -quizá tomándome un gran atrevimiento- que Adam Smith pasó por alto algo, pues propuso el régimen de concurrencia en 1776 solo nombrando las barreras legales que si existieron, pero no tuvo en cuenta el fenómeno que se dio tras la Revolución Industrial en 1771, por el que surgieron barreras más fuertes que las legales, como las tecnológicas y económicas que limitan el acceso al mercado. Por ello considero que la Revolución Industrial invalida la caracterización de la competencia propuesta por Smith.

Es preciso recordar que Smith propuso también la intervención estatal y ello no es tomado en cuenta por los seguidores sesgados del régimen de concurrencia, tras el argumento de que la mano invisible guiará al mercado.

“En los países en los que está permitido el interés, la ley, para impedir la extorsión de la usura, generalmente fija el tipo máximo que puede cobrarse sin incurrir en delito. […] El interés legal, no debe ser superior al interés máximo fijado por el mercado, ya que por ejemplo, si el tipo de interés legal se fijará en Gran Bretaña en un 8% a 10%, la mayor parte del dinero se prestará a pródigos o aventureros, que serían los únicos que estarían dispuestos a pagar este elevado tipo. Las personas austeras, que no dan por el uso del dinero más que una parte de lo que esperan obtener utilizando, no se atreverían a entrar en esa clase de competencia. Una gran parte del capital de la nación quedaría, pues, fuera del alcance de quienes probablemente harían de el un uso rentable y provechoso e iría a parar a manos de quienes a lo mejor lo despilfarrarían y destruirían» (Smith 1976: 188).

Como podemos apreciar de este texto, Smith también propone control tras el régimen de concurrencia aceptando en cierto modo que el mercado tiene fallas y es algo utópico imaginar una competencia perfecta. Amartya Sen, nobel de economía en 1998, refuerza esta idea argumentando lo siguiente:

«En la lógica intervencionista de Smith, el argumento subyacente es que las señales del mercado pueden ser engañosas, y las consecuencias del libre mercado pueden significar un gran despilfarro de capital, provocado por las actividades privadas de empresas desencaminadas o cortas de miras, o un despilfarro privado de recursos sociales» (Sen 2000: 157).

Se puede concluir entonces que Adam Smith criticó a los monopolios legales (barreras legales) y propuso el régimen de concurrencia aboliendo esas barreras legales de acceso al mercado, pero no debemos olvidar que Smith también habla de control Estatal tras la apertura del mercado y la posterior observación de su comportamiento, entendiendo que la «competencia perfecta» es un supuesto y está sujeto a variables. Ante este análisis dejo a su criterio estimado lector, ¿es necesario regular la competencia en el mercado?

Miguel Angel Rojas Rios

Abogado

Maestrando en Gobierno y Políticas Publicas

rojasr.miguel@pucp.edu.pe

BIBLIOGRAFÍA

SMITH, Adam

1976      «The Theory of Moral Sentiments”. Oxford: D.D Raphael y A.L Mcfie.

SEN, Amartya

2000      «Desarrollo y Libertad». Barcelona: Planeta