Murió en 1983. Pocos años después de haber protagonizado uno de los mejores espectáculos que se haya visto en el Coliseo Cerrado de Iquitos. No recuerdo qué año. Pero habrá sido entre 1979 y 1982. El coliseo estaba repleto. Participaba en uno de los Festivales Internacionales de la Canción de la Amazonía.

Con su vestido largo, muy largo, cogió el micrófono y por momentos parecía que ella estaba en las manos del gran Caitro Soto, un negro cajonero que nunca paraba de sonreír y que su rostro de alegría no sólo contagiaba sino que provocaba las risas más complacientes. Ella, amaba la música negra, quizás porque era componente indispensable de lo que se ha dado en llamar música peruana. Aquella noche en la esquina de Putumayo con Alzamora todos –grandes, chicos, pagantes, pavos y vendedores- nos quedamos deslumbrados.

Su participación –ojalá la memoria no me sea esquiva- era posible por su amistad con uno de los poetas peruanos más importantes de toda la vida. César Calvo Soriano, de quien se dice andaba todo el tiempo demasiado enamorada de ella. Y así habrá sido. Porque amaba la poesía y a los poeta. Claro, sabía que era una combinación perfecta la música y la poesía. Ella misma era la combinación de ambas: poesía y música. Aquella noche en Iquitos brilló con lo que sabía hacer como las diosas: cantando.

Hoy el Ministerio de Cultura, con toda la buena gana posible, ha declarado su música como Patrimonio Cultural de la Nación. Y se afirma que van a difundir su obra en todo el territorio nacional. Desde México, Tania Libertad, ha dicho que bienvenido el reconocimiento pero que a ella le hubiera encantado que todo ello se haga cuando vivía. Porque ella, la grande Chabuca Granda, a quien Tania conocía muy bien, solía pronunciar una frase inmortal: quiéranme viva, no me quieran muerta. Claro, es una frase que hay que tomarla en contexto. Porque obras como la que dejó Chabuca –se calcula que sólo el 5 por ciento de la misma es conocida- nunca mueren a pesar de la muerte de su autora.

Está bien que se haga este reconocimiento. Estará mejor que se emprenda una campaña no sólo para conocer la música de Chabuca sino que todos los humanos entendamos que la obra de esta artista es de necesario consumo para que el consumismo no nos reviente en la cara.

Chabuca estuvo en Iquitos, gracias a quienes hacían posible en todas sus etapas el FICA que, no sólo era un festival donde todos hacíamos “el canto del Amazonas” sino que teníamos la posibilidad de ver pasear por la calles de Iquitos a artistas como Chabuca Granda que, además de cantar maravillosamente demostraban una gran personalidad.