Hay imágenes que nos perturban. Que nos mete un aire frío en el cuerpo y te quedas descompuesto. Para mí una de esas imágenes que me dejan helado y me dice mucho de quienes lo hacen como es la quema de libros. Es como irse a la edad en que los poderosos temían que los libros contagiaran a los que les leyeran y no tenían mejor idea la de quemar libros como si los libros fueran una plaga o epidemia. Era un acto contra el libre pensamiento. Es que leyendo cada uno podía, y puede, ir por libre, sin seguir al rebaño. Ir a tu aire y alejado de los sermones y directrices de los sanedrines. No estás sujeto a lo que diga la cuadrilla, el grupo que de por sí es un acto gregario. Recuerdo unas palabras que repetíamos en la universidad en uno de los cafetines a los que acudíamos, “me dan miedo las personas que solo leen un solo libro”. Y a nuestro alrededor se gestaba el discurso violento y de muerte de Sendero Luminoso. Seguro que esas palabras diletantes escocían a muchos. Suelto todo este rollo porque acabo de ver unas imágenes por la televisión (ufff espero que no estén manipuladas porque en los actuales medios de comunicación la tergiversación es su lema) en que un grupo de personas vociferando proclamas quemaban la Constitución española de 1978, actualmente vigente. Me pareció patético y trágico para las ideas. Es un cierrapuertas al diálogo, al poder entenderse, me digo, claro, es que el virus y legado autoritario es muy difícil de extirpar, convive como una cédula viviente en el cuerpo de estos llamados demócratas. El texto constitucional contiene ideas, un proyecto social que se debe combatir con las ideas pero no quemando. Si bien es cierto que estamos con una Constitución desfasada para los nuevos tiempos, pero, de ahí a quemarla hay mucho trecho. El desfase se debe a los mismos operadores políticos que han contaminado las instituciones politizándolas y una ausencia de la rendición de cuentas entre otros puntos de la agenda para la discusión. Por ejemplo, en España en Poder Judicial es altamente político a igual que el mismo Tribunal Constitucional, el modelo territorial hay que discutirlo, en fin, hay muchos puntos de discusión. Pero no hay que quemar las ideas.

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