No pudimos tener un peor final del año 2014 e inicios de 2016 que dos incendios que dejaron en cenizas dos patrimonios de la nación. A finales de diciembre de 2014 las llamas consumieron la emblemática Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación en el bulevar de Iquitos, a la que muchos estudiantes del San Agustín asistimos religiosamente muchos domingos allá a finales de los 90.

Y no pudimos tener peor inicio de año que el incendio de un patrimonio de la nación en la que funcionó una instalación militar, la que en sus inicios fue la hermosa casa Strassberger, ubicada en el malecón Tarapacá.

Dos siniestros que más allá de la perdida -ojalá pueda recuperarse- como valor cultural de la historia de Loreto, nos lleva a pensar sobre un tema que ya incluso ayer se volvió a tratar en este diario y que es la falta de apoyo y equipamiento, además del agua necesaria para los bomberos ante siniestros como los que afectaron a dos infraestructuras patrimonios de la nación.

Por ello en esta columna nos haremos varias preguntas sobre ideas desagradables que Dios quiera no se cumpla.

¿Qué pasaría si una mañana, tarde o noche se incendia el Dorado Plaza Hotel? Cómo podría aplacarse las llamas de tal infraestructura de seis pisos, más allá del sistema contra incendios que pueda tener.

¿Qué pasaría si un día cualquiera, cuando nadie se lo imagina, arde en llamas el Hotel Victoria Regia con periodistas adentro capacitándose? ¿Terminarían los hombres de prensa como bomberos, curso de capacitación del que han participado, pero que casi no aplican lo aprendido?

¿Qué pasaría si las llamas nos sorprende en la cúspide de la iglesia Matriz dejando en fuego el campanario y el reloj que a muchos nos marca la hora en la que estamos viviendo?

¿Qué pasaría si, y Dios no lo quiera, que el edificio inutilizable del seguro social en la calle Raimondi empieza a arder en llamas? ¿Cómo podría llegarse al último piso para apagar las llamas? Quizá un Dron pudiese captar en su magnitud para bien o para mal, cómo se consume este monumento a la ineficiencia.

Y paro de preguntarme qué pasaría, porque simplemente en esta ciudad en la que todo puede pasar, seguirán pasando incendios y seguirán siendo los malos de la película los sacrificados y muchas veces incomprendidos hombres de rojo. Y no seré una especie de gobernador regional para decir que quise ser un hombre de rojo, porque pecaría de palangana. Pero lo que sí puedo decirlo con orgullo y porque los he visto es que estos señores se fajan por controlar lenguas de fuego y al final terminan siendo los culpables porque lamentablemente no tienen los equipos adecuados para cumplir su labor y menos la bendita agua de la que, ¡carajo!, estamos rodeados, pero que ni para aplacar un incendio nos sirve.

Y pasará más de un incendio, y muchos más. Y yo no sé si los bomberos tendrán equipos nuevos o esperarán una eternidad. Pero lo que sí es real es que a las autoridades poco o nada les importa por atender necesidades elementales como: mejorar la seguridad ciudadana e implementar con todo lo adecuado a las unidades de bomberos de la ciudad y de la región.

Y me preguntaba qué pasaría, y mencionaba a hoteles y edificios porque no se cuenta ni con media escalera telescópica ante una desgracia que se presentara en este tipo de infraestructura. Dios no permita que luego de esta columna una desgracia de magnitud se presente en mi querida y cada vez más empobrecida, en todo el sentido de la palabra, ciudad de Iquitos.