Por: Gerald  Rodríguez. N

Y es que para los comunistas loretanos, ProyContra era el agua que llevaba al abismo, el tunchi que recorre Iquitos de lunes a viernes; era la prensa prohibida, escribir en ProyContra era perder los ideales de Marx, Lenin, Mao, Mariátegui, ser cronista de ProyContra era lanzarse a la lista larga de traidores a Loreto.

Llegué a ProyContra hace mucho tiempo atrás, cuando aun abrazaba ideales comunistas, y creía, y lo sigo creyendo, que Alberto Fujimori, junto a Augusto B. Leguía, fueron los presidentes que más daño hicieron al país. Llegué con un sueño desenvainado y convencido que la palabra, junto a la verdad, son las primeras armas para ser liberados de la ignorancia, ocasionada por la desinformación. Y he ahí mi mayor comprensión y valoración sobre el periodismo, sobre los periodistas y sobre Proycontra. Con ProyContra descubrí la crónica y el gran valor que esta cumple en la sociedad, en la guía que puede convertirse muchas veces para personas que buscan entender la naturaleza de los actores políticos, sociales y culturales; y es que la crónica muchas veces se define como ese estado entre el ensayo y la crónica, entre Dios y el poeta, que es algo muy sutil y muy poderoso como la conciencia. La crónica nace no solo de la realidad vivida, palpada, interiorizada, maquinizada por el cronista. Aparece justamente desde la conciencia que esta toma de la realidad que le aqueja o le sorprende, que lo lamenta o le es indiferente. El cronista termina siendo la conciencia de la conciencia, de una realidad oculta, de un pueblo que quiere saber de su existencia.

La ciudad, la realidad, la sociedad, Iquitos, la región loretana, el abismo, la conciencia, el país. Tal vez la enumeración que acabo de hacer haya sido mi punto de partida para que cada vez que haya publicado algo en el periódico, nunca haya terminado de crecer como cronista y como escritor, con el temor de ser vetado. Y es que para los comunistas loretanos, ProyContra era el agua que llevaba al abismo, el tunchi que recorre Iquitos de lunes a viernes; era la prensa prohibida, escribir en ProyContra era perder los ideales de Marx, Lenin, Mao, Mariátegui, ser cronista de ProyContra era lanzarse a la lista larga de traidores a Loreto. Podríamos pensar que solo alguien tan retrogrado podría pensar de esa manera, pero, ¿qué pasa cuando encuentras en esas páginas las opiniones de muchos intelectuales loretanos que supieron aclarar, y que desempolvaron las páginas de muestra historia amazónica, arte, cine, literatura, y que también son admirables al momento de leerlos, lo que opinan sobre la realidad que nos aqueja, disfrutando de esta manera de una buena lectura cada mañana, olvidándonos de las ideas cuadradas de un pequeño grupo de comunistas todopoderosos que aducen tener la verdad para condenar a un periódico por supuestos vínculos con el poder, o por serles incómodo por reunir gran parte de la intelectualidad que aclara cada día el panorama político, social o cultural, cosa que ellos nunca se atrevieron hacer. Proycontra me encontró o yo lo encontré a él, y nunca me sentí vetado cuando critiqué al gobierno central, regional, local; nunca me vetaron cuando critiqué a un político o a una política mal ejecutada, y es que muy contrario a esas actividades  totalmente lamentables para la democracia, en ProyContra encontré todas las voces y todas las opiniones, sesgadas, oscuras o claras, opiniones al fin y al cabo que el periódico siempre ha respetado, y que yo siempre he admirado porque de esa manera se rompía el mito de los comunistas: que ProyContra era un periódico fujimorista, ya que fueron tantas veces que escribí sobre el régimen y no encuentro un día que no haya salido mi crónica.

Y sí, lo que encontré siempre desde mi época universitaria fue buenos reportajes en defensa de la amazonia, del indígena, del ser humano. Encontré difusión incansable de reportajes sobre arte, pintura, actividades culturales, libros, literatura, cine, fotografía, hasta con un suplemento que reforzaba esta labor de no solo ser un periódico. También hace una gran campaña por las cosas buenas, proyectos educativos, artísticos, eventos que ayudan a mejorar el alma humana, único por supuesto en toda la región, y uno más entre los tantos a nivel nacional.

La crónica es parte de mi vida y Proycontra lo sabe. En esta casa aprendí que la crónica también es un arte, no descripción de la realidad, sino de la conciencia, de la conciencia artística y cultural. Contribuye a la historia espiritual de nuestro brillante y sorprendente pueblo amazónico, ProyContra no solo trasformó una pieza del periodismo amazónico, sino que la mejoró y redefinió. Nada de lo que se haya dicho de este periódico para denigrar su actividad representativa en la prensa loretana ha enturbiado mi afecto hacia este periódico, hacia los amigos que escribieron y que aún siguen aquí, como yo, en esta ardua labor del pensamiento, sin tener ya que preguntarme como antes: ¿qué sentido tengo al obstinarme en escribir crónicas? Frente a la vida, mi consolación no es mentirosa. El escribir es el principio del derrumbe de todo lo absoluto, el periodista es un desertor de los que algún día serán culpables por su silencio.