La migraña es un dolor muy fuerte de cabeza que afecta, generalmente, a un lado o una parte de ella y a menudo va acompañado de náuseas y vómitos.

Y la migraña se produce como consecuencia de la activación o irritación de las fibras del nervio trigémino.

El nervio trigémino es el nervio que transmite la sensibilidad de la cabeza y tiene tres ramas. Las fibras que provienen de la primera rama rodean los vasos sanguíneos localizados en las meninges. Las meninges están constituidas por  varias capas de tejido que recubren el cerebro, y son las estructuras que “duelen”. El cerebro en sí mismo, no duele, solo sus cubiertas.

Durante un ataque de migraña se produce una inflamación en las meninges como consecuencia de la liberación de sustancias inflamatorias por parte del trigémino. Esta inflamación o “meningitis” no infecciosa, es responsable de provocar el dolor pulsátil o notar los latidos.

Ahora investigadores de la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos) han descubierto que tanto la obesidad como la extrema delgadez pueden asociarse a un mayor riesgo de sufrir migraña, según los resultados de un estudio que se publicó en el último número la revista ‘Neurology’.

Esta relación podría deberse a que el tejido adiposo o graso secreta una amplia gama de moléculas que podrían desempeñar un papel clave en el desarrollo de la migraña. Y también es posible que otros factores como los cambios en la actividad física, consumo de medicamentos u otros factores como la depresión condicionen esta relación entre la migraña y la constitución corporal.

Además, ha explicado Lee Peterlin, uno de los autores del estudio, la variable de sexo y edad fue determinante ya que tanto el riesgo de obesidad como el de migraña era más común entre las mujeres y en las personas más jóvenes.

El tratamiento común contra la migraña es a base de fármacos, tales como:

Analgésicos: como el paracetamol.

Antiinflamatorios no esteroideos: como el ibuprofeno, el ácido acetilsalicílico, el naproxeno, el piketoprofeno…; pueden producir problemas gastrointestinales (úlceras) y siempre deben de administrarse con alimento.

Derivados ergotamínicos: como la ergotamina y la dihidroergotamina. Pueden asociarse con cafeína, para favorecer la absorción. Se siguen comercializando, pero su uso empieza a ser menor, en favor de otros tratamientos con menores efectos adversos.

Triptanes: como el sumatriptán, zolmitriptán, rizatriptán… son agonistas de la serotonina y, por ello, disminuyen la dilatación de los vasos del cerebro. Son ampliamente utilizados y muy seguros, aunque las personas con antecedentes de afecciones de corazón, o con hipertensión no controlada, no pueden tomarlos.

“Se necesita más investigación para determinar si los esfuerzos para ayudar a las personas a perder o ganar peso podría también reducir su riesgo de migraña”, según Lee.