Por: Moisés Panduro Coral

 

Más que argumentar por quien no vamos a votar, o contra quien vamos a votar, pienso que deberíamos hacer un ejercicio a la inversa. Ganaríamos más si convendríamos en definir, reflexivamente, sin presiones de ningún tipo, ni encuestazos cualquiera sea su origen, por quién vamos a votar y por qué razones lo vamos a hacer. Es decir, compararíamos propuestas, experiencia gestora y agudeza intelectual, bagaje cultural, hojas de vida, comportamiento democrático.

 

Quiero inaugurar esta práctica, dando algunas de las razones por las que voy a votar por Alan que se suman a las que ya manifesté anteriormente. Creo que en el escenario mundial, debemos aprovechar la existencia de capitales de inversión renuentes a irse a naciones con problemas de estabilidad política. Es verdad que Argentina, con su nuevo gobierno, ha variado su modelo económico kirchneriano-chavista y eso le convierte en competencia para el Perú, pero otros países como Brasil y Venezuela tienen todavía serias limitaciones para atraer la inversión extranjera directa que según un informe de Naciones Unidas del 2015 ha descendido en 16% (160 mil millones de dólares) en Indoamérica durante el año 2014.

 

Un gobierno capaz de recrear el marco propicio para la entrada de esas corrientes inversoras en favor del desarrollo de sectores como infraestructura, servicios, minería y transformación industrial, debe ser liderado por alguien que tiene experiencia en estas lides, y en ese horizonte aparece nítidamente la figura de Alan García. “¿Necesitamos del  capital?, sí. Cómo tratar con el capital? He ahí la gran cuestión”, reflexionaba Haya de la Torre en “El Antimperialismo y el APRA”, quien además precisó que ese capital no puede aceptarse venga como venga, pues para que cumpla su misión dinamizadora-evolutiva debe proveerse un contexto jurídico-político que establezca condiciones para el flujo de las inversiones y la promoción del desarrollo, la diversificación productiva y la redistribución del ingreso en la forma de oportunidades de empleo, progreso y calidad de vida de las familias.

 

Por otro lado, debemos sacar lustre a nuestra historia y geografía. La primera para insuflar la autoestima colectiva y la segunda para agregar valor a nuestros recursos naturales renovables y no renovables. Tenemos ya un triunfo contundente sobre Chile y hay que consolidarlo. Fue en base al tesón y a la inteligencia de diplomáticos probos y a la sagacidad política de Alan García, en su primer y segundo gobierno, que se logró construir el expediente que llevó a los rotos ante la Corte de La Haya que en un fallo histórico le devolvió al Perú 50,000 km2 de mar que estaban en poder de Chile. Por eso, varios periodistas chilenos consideran a Alan como su sombra desde la época de Pinochet.

 

Durante el segundo periodo de Alan, también le hemos ganado a Chile. Nosotros crecimos a un promedio de 8% anual, mientras que ellos lo hicieron a un promedio de 4% anual. Al 2010, el balance de inversiones  se redujo de 50 a 1 a favor de Chile a sólo 2 a 1, gran parte alcanzado durante el gobierno de Alan. Sobre el particular, ver mi artículo “Perú y Chile” publicado en este mismo diario en marzo de 2012 en el enlace https://proycontra.com.pe/banderaenalto/peru-y-chile/. Chile está reclamando la posesión del triángulo terrestre, absurdo que debe ser enfrentado con sobriedad y perspicacia por alguien que siente en su corazón el Perú, un gobernante con talento político para actuar con serenidad y firmeza en defensa de los intereses de la nación. La inexperiencia y la oficial o tácita doble nacionalidad de algunos candidatos puede salirnos caro de cara al futuro.

Por eso, estoy convencido que requerimos a Alan de vuelta a Palacio de Gobierno. Empero, será el pueblo el que decida.

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