“Si quieren guerra, guerra tendrán”, ha dicho hace algunas semanas el gobernador de Loreto, Fernando Meléndez Celis, cuando el representante de los empresarios en la región le dijo que era “bueno para nada” y, aparte de llamarlo inútil, se paseó por varios medios de comunicación repitiendo lo mismo, luego que Pro & Contra publicó lo que repetía en redes sociales hace muchos meses.

Luego de esa aparición mediática evidenciando la mediocridad, corrupción y desfachatez de la autoridad regional –a la que debe añadirse mucha dosis de cobardía- se “ordenó” a los “voceros” que emprendan una campaña de “demolición” hacia el presidente de la Cámara y a quienes le daban tribuna. Uno de esos voceros es el que hace mejor su trabajo, pero por la insensatez, torpeza e ineficacia que demuestra.

Es el mismo que estaba calladito en la anterior gestión, mientras Iván Vásquez Valera autorizaba sus contratos para publicar sus mamotretos revestidos de “estudios socioeconómicos”. Es el mismo que intenta focalizar la propuesta de eliminación tributaria endilgando a una sola empresa “los beneficios” sin detenerse a analizar las demás del rubro farmacéutico, construcción y más. Es el mismo que le engatusó a la alcaldesa Adela Jimenez con similares sofismas con los que hoy tima al gobernador. Es el mismo que tiene que quedarse callado ante la decisión de su jefe de enviar a un foro donde se tratará el tema tributario a otro personaje cuando se supone que él es el especialista. Es el que tiene que callar lo que piensa porque su mensualidad se vería afectada. Y el gobernador se ha rodeado de esos personajes para emprender esta “guerra”.

Lo primero que debería entender el gobernador es que no estamos en guerra entre nosotros. Bien haría en leer el último artículo publicado en “El país” por el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, quien narra lo que hizo con su “archienemigo” presidente de Venezuela, Hugo Chávez. “Arreglar la situación con Chávez no quería decir que tuviéramos que estar de acuerdo en la forma como cada cual pensaba o manejaba su respectivo país. Eso era imposible. Nuestras visiones eran como el agua y el aceite. Simplemente teníamos que respetarnos las diferencias y trabajar sobre lo que les convenía a los dos pueblos. Así fue”.

Un gobernante que se empeña en gritar (la portada de un diario local de hace unos meses es ilustrativo) que “no gobierna para los empresarios” cuando acude a ellos para que financien sus despropósitos y objetivos nefastos sabemos que terminará mal. Un gobernante que cree que tiene de su lado a la clase trabajadora limitándose a darles a los dirigentes viajecitos semiplacenteros con el rótulo de “luchas” sabemos que ha elegido el camino equivocado. Y ahí están los resultados.

El gobernador seguirá en su propia guerra y creerá que –cual Pirro amazónico- gana con los enfrentamientos. Y seguirá con esa incapacidad de fomentar consensos para el desarrollo. Creyendo enemigos a quienes no coinciden con sus formas. Pobre gobernador, no se da cuenta que esos mismos que hoy lo aplauden hicieron lo mismo con gobernantes –regionales y nacionales- en todos los tiempos bajo la careta de “independientes”. Si alguna guerra quiere ganar el gobernador que sea contra la pobreza y miseria, aunque para ello tenga que prescindir de tanto miserable de su entorno que tienen como único pergamino no haber triunfado en la vida profesional, pero sí ganado mucho dinero, que no es lo mismo.