Por razones que no preciso explicar en este artículo estoy un poco alejado del mundanal -agradable, revitalizante y hasta estresante- ruido mediático iquiteño que, comprenderán, en periodos electorales adquiere decibeles incalculables. Pero en los últimos días he tratado de acercarme a ello y al hacerlo no sé si alejarme por la coyuntura o acercarme con todo y ver si terminamos chamuscados o indemnes.

Y no es que se busque uniformidad, que siempre tiene como consecuencia la monotonía, sino que casi todos los candidatos han buscado -y en la mayoría de casos han encontrado- el ventrílocuo de temporada para repetir lo que ellos también vociferan. Cada político o tiene su canal, radio o periódico o un espacio mediático donde no se propone promocionar sus propuestas. No es que esa situación este mal per se, como dirían los economistas, sino que en ese intento no han seleccionado a comunicadores sino a vividores que lejos de la vocación han encontrado la ventana adecuada para mantenerse aunque con ello tiren por la borda todos los fundamentos teóricos y prácticos del periodismo como es la consulta a fuentes y la necesaria pluralidad.

Por eso uno puede observar con cierto desgano aunque con mucha gracia como un personaje deplora la reelección regional e implora la reelección provincial o distrital. Puede sonrojarse con pantallasos que despotrican de la autoridad provincial y alaban a la distrital sin importar que con ello envíen al tacho de basura no solo la necesaria ecuanimidad sino racionalidad. Y de ello son responsable directos los que tienen a su cargo la dirección de las instituciones. Es decir, las autoridades. Porque las grandes y pequeñas lo que en el fondo persiguen es que todos los aplaudan. Esa uniformidad es la que buscan y lo que consiguen es un clima de hostilidad que revienta en sus propios rostros e impregna de hostilidad la ya de por si hostil situación regional.

Todo ello se acabaría con un poquito de profesionalismo de los colegas que se nota en algunos/as. Pero son excepciones cuando debería ser el común denominador. Por eso es que en algunos medios los colegas tienen problemas por entrevistar a una determinada autoridad que es opositora total de otra. Es decir, solo con el intento de ser plurales, se niega cualquier tolerancia. La primera necesaria para cualquier periodista que se respete y, la segunda, imprescindible para cualquier sociedad que pretenda desarrollarse.