La primera vez que me topé con él fue en la Facultad de Literatura de San Marcos, si mal no recuerdo ofertaba una revista de literatura. A partir de ahí, como lector, estaba al tanto de sus publicaciones que litigaban con el centralismo limeño, se notaba que sus publicaciones estaban hechas con religiosidad de artesano. Es que Esteban Quiroz es un editor de verdad y un voraz lector. En los tiempos en los que trabajaba en una agencia de cooperación internacional, por circunstancias y azares Esteban fue el editor de la revista “La Rama Torcida”. A lo largo del tiempo nuestra amistad se mantuvo. Admiro mucho su desprendimiento, militancia y activismo por la lectura; una vez convocó en un  estadio a los lectores y lectoras, y citaba a escritores y escritoras en su balcón de la Avenida Wilson en Lima para leer. Espero que mi memoria no me haga una jugarreta, cuando él vino a Iquitos para presentar “Bonifacio Pisango, entre el descanso de purmas y la memoria memoriosa del tiempo” bajó del avión para pisar tierras amazónicas con un cartel en la mano donde instaba a la lectura y se paseó así por diferentes lugares de la ciudad (no olvidemos que Loreto está a la cola en comprensión lectora ante la inercia de gobernantes y sociedad civil). Esteban es un infatigable militante a tiempo completo por la lectura. Años más tarde, en 2007, me publicó la novela “Estanque de ranas” bajo su sello editorial. Con esto resarcí, de alguna manera, una magra primera edición. En este último viaje, cuando fui a verlo a su despacho en el centro de Lima, nos esperó con dulces cajamarquinos, no podría ser menos. A pesar de no nos habíamos visto durante unos tres o cuatro años nuestra conversación sobre Literatura permaneció inalterable. Como parte de su generosidad me entregó el libro, su libro, “Pizarra de Aire. Reflexiones sobre Educación Rural y Cultura”. Es un testimonio con viñetas de un viajero intercultural sobre la lectura en diferentes lugares de Perú como Andahuaylas, Huamanga, Cora Cora y Huancayo entre otros. Una experiencia alucinante. Es un libro-alegato lleno de optimismo, a pesar de los desgarros que observa en la educación peruana. Desde las solapas del libro la prosa es persuasiva. Sí pueden darle un mordisco, no lo duden.

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