ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

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Ningún 4 de agosto volverá a ser el mismo para todos los que recorrimos la escena del crimen. Qué crimen. Esos dos cadáveres tirados en el piso de la casa de la calle Callao jamás se alejarán de nuestras mentes. Uno, regidor. Otra, señora que hacía las labores del hogar. Fue una salvajada hecha por humanos que, a veces, nos comportamos como felinos.

Por eso cuando escucho que Iquitos se ha convertido en una ciudad violenta y que la inseguridad ciudadana invade los hogares con el añadido: nunca antes se mataba así, lo que me provoca es cierta complacencia. Porque, es verdad, a cualquier hora y en cualquier parte, un asesino bien pagado puede meterte un tiro por meterte con los que se creen intocables. Es verdad que una bala perdida puede cogerte de sorpresa y acabar con tu existencia. Es cierto que te pueden arranchar la cartera o el reloj solo desde una motocicleta. Todo eso y mucho más puede suceder. Hasta una balacera por varias cuadras céntricas con robo de medio millón de soles. Puede suceder, no hay duda. Pero crimen, asesinato, como quiera llamársele, al perpetrado contra Pedro Loreto y la señora de la casa no tiene antecedente. Y estamos hablando de hace una década. Estamos hablando de un crimen donde coexistían varios factores. El político, el social, el pasional, el demencial. Todos los ingredientes. Y, claro, recuerdan coleguitas de la refurunfuyfay, las llamadas a las redacciones desde la oficina de Imagen Institucional de la calle Echenique, pidiendo –qué pidiendo, suplicando- que no se involucre a la autoridad edil. Como si no involucrarlo sería la catarsis para un crimen tan despiadado.

Este columnista tiene su propia teoría del crimen contra Pedro Loreto y la señora de la casa. Pero acá ya no sirven teorías. Ya no sirve que por lo menos tres personajes hayan sido condenados y purguen carcelería en Guayabamba. Ya no sirve que por lo menos uno de ellos haya confesado a más de media docena de periodistas que nunca participó en la barbarie. Ya no sirve que cristianamente creamos que Pedro Loreto y la señora de la casa estén a la derecha de Dios padre. Ya no sirve que nos hayamos olvidado de ese 4 de agosto. Ya no sirve que ni los periodistas dedicados a Policiales hagan el esfuerzo por recrear los días posteriores a esa brutalidad. Ya no sirven las velitas implorantes en las cercanías de la Iglesia catedral rogando para que desde el cielo se haga justicia a lo que se hizo en la tierra. Ya no sirve nada de eso, digo. Porque Pedro Loreto y la señora de la casa han muerto y no hemos aprendido la lección. Por eso, por lo menos para quien escribe éstas líneas, todos los 4 de agosto nunca serán los mismos después de ese crimen que –junto con todos los periodistas del medio- cubrimos con náusea y repugnancia hacia quienes idearon y ejecutaron aquello y que hoy quieren pasar piola.

1 COMENTARIO

  1. Sí, todavía recuerdo este hecho, que como periodista cubriendo información, me marcó.

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