Me he sentido, después de varios meses, como pez en el agua. Un pecesito, si quieren. Nada que si quieren. Pecesito al fin y al cabo. No termino la jornada y ya comienzo otra. Esto se ha convertido en una vorágine que me hace recordar los tiempos que vagabundeaba con un tal Potrillo, que tiene como apelativo Jorge Carrillo.

Esta columna, como saben quienes la siguen, es un híbrido. Porque puede abordar desde el pensamiento político del autor hasta las vivencias y convivencias también del autor. Tiene el único propósito de expresar lo que pensaba, pienso y pensaré. Escribo de la vida como de las otras. Abordo lo cotidiano como lo histórico. No sé si escribo para me quieran más o menos. O ambas cosas a la vez. No sé si ejerzo la profesión como un hobby eterno donde uno se deja llevar porque la vocación es un huracán que busca algún nombre. No sé si cada vez que me pongo al frente del ordenador son mis dedos que siguen a mi mente o es mi mente que manda en la masa encefálica.

Pero, después de ver esa victoria ayudada de Brasil contra Croacia y escuchar las protestas cariocas contra la Presidente Dilma y comprobar que para los brasileños salvo el fútbol todo es ilusión, me senté a mirar un poco la semana que me tocó vivir. Pura adrenalina. Reafirmación de la vocación.

Nuevamente me he visto sentado frente a las cámaras y preguntando lo que se me antoje. Con el mismo desparpajo de los primeros años. He tenido como entrevistados a Raúl Pereira Ríos, Oraldo Reátegui Segura, Oscar Cortes, Warren Gonzáles, Roberto García, Jorge Morante. Con todos ellos me he divertido porque han dicho lo que piensan y han pensado lo que han dicho. Creánme. No hay conversación más reconfortante que dialogar con los que piensan distinto.

Dirán que este día estoy muy personal. Lo admito. Es jueves, viernes chico y uno siente las ganas de cerrar los ojos y pensar en todo lo vivido y, no va ser, sufrido. De eso se trata la vida. De hacer lo que uno quiere, de lo que le manda el destino y el destinatario. Hoy que he vuelto a reencontrarme con mi día a día, de vivir y pensar y dormir y soñar con y para el periodismo no tengo más que decir que me siento como pez en el agua o, si prefieren, un pecesito que necesita del agua para mojarse y no secarse en la monotonía de la existencia.