Por Miguel Donayre Pinedo

Es muy paradójico que los discursos cambien de un lado a otro de la cocha. Seguramente sostendrían en su defensa, es una cuestión de contexto. O el manido recurso retórico, “aquí es diferente”, como si viviéramos en una isla o de un blindaje parecido al efecto invernadero. Por ejemplo, la candidata (o no) a la Alcaldía de Lima Lourdes Flores, se jacta y se llena la boca de honestidad (que debería cantarla otros no ella), de su implacable lucha contra la corrupción en alusión a su adversario a ocupar el sitio donde ponía las posaderas Pizarro. Pero calla con la corrupción global o pone la boca chica para hablar de ella. Sus amigos conservadores a los que la arropan en España andan a la deriva con los casos de corrupción que les estallan en la cara, quienes han optado como mejor cura contra esa hez es callando, mareando la perdiz o haciéndose los locos. Vaya gatuperio mental en la andan metidos los “incorruptibles”, no saben como afinar sus discursos donde no hay quien los salve ni el Chapulín Colorado.