A las pocas horas de conocida la decisión del juez Richard Concepción Carhuancho de aceptar la petición del fiscal Germán Juárez Atoche de prisión preventiva por 18 meses contra Ollanta Humala y Nadine Heredia se ha escrito –en tiempos de redes sociales las teclas aguantan todo- de todo y en la mayoría de los casos la objetividad ha sido un logro a alcanzar y pocos han sido los que se han remitido a lo jurídico. Y en esa búsqueda del sustento jurídico un paso previo tiene que ser la veracidad de los hechos, es decir que las imputaciones sean la consecuencia de la comprobación de la verdad, que seguro se dará con mayor amplitud en el juicio oral, de ser el caso. Uno de los artículos más detallados y siempre dentro del contexto en que se dio la prisión preventiva fue publicado en el diario español “El país”, y no de la pluma de Mario Vargas Llosa, sino de otro peruano, Gustavo Gorriti.

“¿Fue justa la sentencia de prisión preventiva contra Ollanta Humala y Nadine Heredia? En mi concepto, no. En el de la inmensa mayoría de juristas con conocimiento del tema, tampoco. ¿Los presumo inocentes de una probable corrupción con relación al caso Odebrecht en el Perú? No. Llevo muchos meses investigando el caso en este país y otras naciones en Latinoamérica y creo que en un tiempo relativamente próximo ellos tendrán que responder a evidencias incriminatorias. Pero creo lo mismo con respecto a todos los otros expresidentes (y el dictador) que el Perú ha tenido desde 1985, con la excepción del difunto Valentín Paniagua”.

Añade Gorriti, “la prisión preventiva puede justificarse en casos claros de peligro procesal por la acción del acusado (que se fugue, que compre, intimide o elimine testigos, que altere o destruya pruebas). Aunque eso se adujo en la interminable sesión judicial, fue con contorsiones interpretativas que no tuvieron nada que ver con la realidad”.

Claro, el cuestionamiento político puede mezclarse con lo jurídico y la conclusión es obvia. Al menos en los políticos. Ellos condenan y sentencian de acuerdo a sus intereses que, en la mayoría de los casos, es para lograr o mantenerse en el poder. Los periodistas, en cambio, debemos prevalecer en la verdad y, aun teniendo criterios políticos, no podemos caer en irracionalidades. César Hildebrandt ha escrito sobre la pareja hoy recluida que “se creyó invulnerable, tocada por los dioses. Una pareja que llegó para traicionar su programa y entregarse a los designios de la derecha que jamás los reconoció como suyos”. Añade CH “No voy a defender los aspectos formales de Concepción Carhuancho. Lo que no voy a defender tampoco es el derecho a la impunidad de este par de sinvergüenzas”.

En medio de la bullanguera ola de cuestionamientos y los adjetivos que prevalecen en el tema de la ex pareja presidencial es un deber detenerse a leer racionalidades sobre los detenidos. Para no caer –como en otros casos nacionales y regionales- en el facilismo de seguir la ola de la muchedumbre que, felizmente, en este caso no fue coincidente con la decisión del juez.