Presumo que no hay un solo país mágico si no varios que andan desperdigados por la geografía física y humana. Pero acudo a los que tengo más a la mano. Aquí en la península un ministro condecoró a una virgen y se encomendaba a San Marcelo para encontrar espacio para aparcar su coche oficial, pero no hacía ascos para espiar a sus rivales políticos. Una ministra de Trabajo en momentos álgidos también invocaba a la virgen del Rocío. De alguna manera te da la sensación que vives en un país exótico donde la política y la religión están entremezcladas. Por mi experiencia latinoamericana (telúrica y contradictoria) también estamos sumergidos dentro de esa magia de los santos y santorales, mi madre tiene un robusto santoral que le acompaña a todas partes. Recuerdo la imagen por la tele de un Ministro de Economía cuando expuso la política de ajuste y de shock que sufriríamos con sus medidas dijo algo así, que Dios nos ampare. Las medidas eran de tal calado que superaban las fuerzas que invocó al creador, según la religión cristiana. Como los futbolistas, casi siempre latinoamericanos, cuando salen a la cancha se persignan y algunos rezan vivamente mirando al cielo. Es que son, somos, tributarios de esa relación mágica de la realidad con la divinidad, siempre digo que la divinidad es un poco sorda porque no escucha esas invocaciones (pero eso es harina de otro costal) ¿Qué diría de todo esto Baruch Spinoza? Seguro que le da un telele. Si todo esto sucedería en la esfera privada, no pasaría nada. Cada uno es dueño de su fe y se respeta. Por eso me pareció la mar de gráfica ante una crisis política de gobierno el cardenal de Perú surgiera como un mediador para apaciguar las aguas entre el gobierno y la oposición. Y lo peor de todo esto es que el jefe de Estado claudique de una manera ingenua ante esta invitación. Es más, va diligentemente y sin reparos al redil del cuestionado cardenal, célebre cuando dijo que los derechos humanos son una cojudez (gilipollez en castellano peninsular) ¿A qué tuvo miedo el presidente de la república, a la ira divina?, ¿por qué claudicó de esa manera?, ¿es que no tiene un plan político para resolver esa crisis?, ¿por qué no le llegó una epifanía y así se liberara de tanta atadura mental? La foto final del encuentro del cardenal, la jefa de Fuerza Popular y presidente peruano, en cuclillas y rezando en una capilla dejaba un mal sabor de boca. ¡Que nos amparen los espíritus!

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