País en llamas

Por Miguel DONAYRE PINEDO

Con un amigo comentábamos de la fragilidad y los intensos grados de ignición de la vida social peruana. El puesto de premier sólo dura meses o a lo más un año. Ni les cuento los de ministros que por sus yerros o del mal manejo de los problemas que deben presentar su dimisión o renuncia; la vida parlamentaria muestra y deja mucho que desear, hay lucha cainita. Los conflictos sociales nacen, crecen, se desarrollan, explotan a una velocidad inusitada. Y de las esquirlas de esa explosión nadie sabe a ciencia cierta si las reivindicaciones fueron solucionadas o simplemente pasaron al olvido. No se hace un balance suficiente. Lo que sucede en Espinar y Cajamarca, y otros lugares, son una muestra de la deflagración. Con este mismo amigo coincidíamos en que la inestabilidad es consecuencia de la clamorosa situación de necesidad [pobreza] en la que estamos inmersos, y eso hace mella en la denominada institucionalidad, que a su vez, es una institucionalidad paquidérmica que no se responde con rapidez sumada a una formalidad que ahoga [por el frío andino han fallecido niños ¿puede esto suceder en un país que presume que crece económicamente como la espuma de la cerveza?] Desgraciadamente, casi siempre se llega tarde y mal. La institucionalidad es decimonónica y las urgentes necesidades sociales son aludes que arrasan lo que encuentran a su paso. En poder pivotar ambos extremos puede ser la luz al final del túnel. Es una tarea difícil y de mucha imaginación ¿leerán novelas los políticos? Me temo que no.