Se la tenía jurada. Desde que me enteré de la muerte de su padre tenía reservada la pregunta. No había oportunidad de formulársela. Tenía que ser en pública. En televisión abierta. Me reventaba en el cerebro la interrogante. Cuando leía “La distancia que nos separa” de Renato Cisneros, mientras una lágrima se deslizaba por una de las mejillas me venía a la mente la pregunta. Y en varias vigilias literarias, mientras releía una de sus sabrosas crónicas, me asaltaba la misma pregunta. Paco es uno de los ciudadanos iquiteños que más libros ha leído -solo comparable al médico Javier Vásquez Vásquez y Miguel Donayre Pinedo- y que ha escrito otros tantos. Tierra Nueva -como a los dos nombrados- tiene la dicha de haber publicado sus obras.

La noche del miércoles lo tuve en el programa que conduzco y le solté la pregunta en una emboscada periodística que nos permitimos los amigos: ¿qué significa el médico Francisco Bardales, en pocas palabras? Contestó lo que maliciaba: “un ser sobrenatural”. Y ahí, mientras hablaba de su padre, noté que el color de su rostro cambiaba y pronunciar las palabras se le hacía difícil. A decir de Mónica, mi esposa, mi hija Daniela y el menor, Maurilio -los tres difícilmente ven el programa- fue una linda entrevista y la más entusiasta fue mi hija que, por razones que se explicará en otro artículo, tiene un ojo crítico a todo lo que hago y no hago. Esos pocos minutos referidos a su padre me bastó para comprobar la humanidad de Paco. El ser humano que lleva dentro y que, como a muchos, la presencia y ausencia de su padre fue fundamental para ser lo que es hoy: un librepensador que va por el mundo derramando sus expresiones.

Que tenemos discrepancias, claro que sí. Absurdo fuera, como dice la canción. Pero de esas se escribirá en el momento pertinente. Porque la conversación del miércoles me sirvió para respetar más a este ciudadano del mundo y sabernos coincidentes en aquello que -lamentablemente- nunca se logrará en Iquitos: unir a quienes promueven actividades culturales para dialogar, aunque sea sobre nuestras diferencias. Tan solo esa coincidencia es suficiente en un ambiente donde algunos creen que se debe destruir lo que el otro hace y con ello derramar lisuras al trabajo ajeno solo por ser ajeno.

Terminado este artículo me llega la noticia sobre la muerte anunciada de Pepe Barletti. Y en caliente dedicaré unas líneas. Qué tonterías se han dicho sobre él y su muerte. Qué tonterías. Hasta sus más encarnizados detractores han salido a lanzarle loas. Está bien que el muerto provoque las hipocresías más inéditas. Pero no exageren ¿no? Pepe fue un brillante educador y meticuloso historiador. Como político su apego al partidismo nublaba su pensamiento. Por los años 90 lo conocí y en varias oportunidades brindamos con pisco souer en la Putumayo. Quienes escuchábamos noticias en la década del 80 del siglo pasado era imposible no tener referencias sobre sus luchas y huelgas de hambre. Coincidimos en varias de ellas. Pero combatí algunas de sus acciones. Yo creía en el Acuerdo de Paz con Ecuador, él no y nos dimos encontronazos. Creía fervientemente en los colegios de Alternancia, yo no y también nos dimos encontronazos. Su cercanía a Iván Vásquez Valera, quien tenía en él a uno de sus principales colaboradores en el tema educativo, le provocó insultos de todo pelaje. Creía en la izquierda según los postulados de Javier Diez Canseco y por eso combatía a Alfonso Barrantes Lingán mientras que yo creía todo lo contrario, además su militancia y creencia en los partidos le hacía obnubilarse la mayoría de las veces y yo hasta hoy no creo en ello. El 29 de enero del año pasado, junto con otras personas, le convencimos que presente el libro “La frontera domesticada”, escrito por Frederica Barclay que Tierra Nueva editó. Antes de ello me había dicho: “tenemos una conversación pendiente”. La tuvimos y lo que ahí nos dijimos se llevó a la tumba y me quedo con lo conversado.  ¿Cómo es la vida? La semana pasada en este mismo espacio recordaba la publicación de “La peruanidad de Maynas”, estudio elaborado por él y que nadie quiso apoyar jamás después que Tomás González promovió su impresión. Pepe era un tipo confrontacional y hecho para las luchas, en las calles y los pupitres, en las asambleas y en las cabinas radiales. Que descanse en paz y mis condolencias a sus familiares, sus nietos que tanto ocupaban su tiempo y mente y, por supuesto, a Corina, su esposa y a su única hija Cecilia, con quien la mañana de su muerte hablé brevemente como lo hacíamos hace años en los ajetreos adolescentes y ella regresaba desde el Cusco a Lima porque el deceso la cogió entre Lima y la ciudad imperial minutos después de ver a su padre. Descanse en paz Pepe Barletti, colaborador en su tiempo de este diario y maestro de aula como los hay pocos. Descanse en paz, ser humano y dejad que los de siempre usen esa muerte como lo han hecho con los propios y extraños.