– Los marginales necesitan de la lastima, el perdón y la duda. Los pisoteados por la aplanadora suelen ser mas fieles que los grandazos y solo por eso merecen una oportunidad.

La incertidumbre es el mejor alimento que tiene para mí la vida. Hubo incertidumbre cuando se fundo el Perú en 1824 tras la guerra de Ayacucho. A pesar del negativo tratado de Ayacucho que firmó Bolívar. Tal vez pensando que los peruanos se comportarían dignamente con él, pero sucedió  todo lo contrario. Pero fue incertidumbre porque pensaron en ese entonces que las ideas libertarias harían germinar un país decente y más justo del que dejaron sus patrones coloniales. Fue incertidumbre porque, tras los caudillajes se pensó que se forjaría algo de orgullo para la inmensa mayoría, pero no fue  así y se siguieron abriendo capítulos de incertidumbre. Tras el guano y el  salitre, tras el caucho y el petróleo, incluso tras el narcotráfico se pensó que los vientos mejorarían, pero el país de la incertidumbre siguió viviendo en esa condición durante la república,  aún en tiempos de vacas gordas sin que nadie se enojara, sin que nadie se conmoviera.

Y ahora, tras cinco años de frialdad social, llega otra vez la incertidumbre de las elecciones y mejor aún representada en Ollanta Humala. Todos los politólogos dudan de él, los analistas lo estudian de arriba abajo, lo desnudan, lo psicoanalizan, lo expurgan, lo ventilan y hasta los esotéricos vaticinan lo peor de su conducta de ganar las elecciones. Los mercados caen, las inversiones se espantan, los políticos tiemblan y las masas del círculo mayoritario del “E”, sin mayor presupuesto que sus tambores y sus banderas, recorren calles para ver si su incertidumbre – algunos ignorantes populares los llaman ignorantes académicos o de escuela – los lleva esta vez al éxito.

Parece difícil, porque una segunda vuelta entre Ollanta  Humala y quien pase a la segunda vuelta, parece tener ya toda una orquesta de ataques a la vena de lo más inverosímil y por eso me apresto a ver con una enorme curiosidad como afilarán los cuchillos los grupos de poder para intentar desangrar hasta la última gota de sangre esta corriente que se repite cada cinco años. Vamos a decirlo bien, esos que se amparan en todas las libertades, equidades y cultura en su discurso falaz, utilizarán todo lo contrario para demostrar- una vez más en el Perú, quien manda,  carajo. Y sin ruborizarse ah, enarbolando el destino feliz de todos nosotros si ellos, y sus beneficios, ganan las elecciones.

A mí me conmueve la incertidumbre y así como puede ser signo vital de vida y antídoto contra el aburrimiento, espero vertiginosamente ansioso el 28 de julio para escuchar las nuevas medidas de esa posibilidad incierta. Por un lado, si la incertidumbre pierde, entonces no escucharemos nada nuevo y las cosas continuarán así, como están ahora, sin que nadie se enoje, sin que nadie parpadee y felices los grandotes acariciando la espalda al humilde.

Si pasa lo contrario ya quiero ver la cara de esos mismos que dicen ser liberales y no son más que monopolistas del mercado, mercantilistas de los recursos y abusadores de la miseria como concepto totalitario y orden natural de las cosas o castigo de Dios, cuyas mejores falanges disparan coprolalia desde sus medios.

Muero por saber qué  grito pondrían al cielo al eliminar la renta básica, popularizar el gas, aumentar impuestos a sobre ganancias mineras, no eliminar el impuesto a la renta a los que deben pagarla o, como dicen estos pendejos, sobrecostos, que no es otra cosa que mayores beneficios en detrimento de sus cholos baratos, regular los intereses bancarios o minimizar las comisiones de las AFPs y todo esto, sin que el sistema se mueva de su carril, pero si perjudicando a estas rapiñas que han tergiversado los principios universales de libertad y justicia que tanto quiere la gente pero que ellos malinterpretan de acuerdo a sus intereses. Pero todo en realidad no deja de ser incertidumbre y así saliera la opción fashion, igual, me muero de la curiosidad como el país termina por desangrarse al no soportar mas  el ‘estado de las cosas’. No hay nada como vivir en el Perú, el mejor país de las contradicciones, la incertidumbre y la infelicidad.

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