200 Cerbatanas

No debería sorprendernos la derrota peruana. Cueva es la expresión más clara del pandillero que se hace jugador de fútbol porque un par de vendedores de humo le dice por el micrófono que es la nueva estrella del futbol nacional. Cómo no puede controlar esos ímpetus primitivos que normalmente lo hace la educación o la sostenibilidad familiar, entonces golpea al jugador contrario pensando que está en la cancha de su arrabal o que es más pendejo y macho al arrojar la pelota al contrario.

Y ese es sólo un ejemplo porque luego todo mundo se justifica diciendo que, cómo fueron solo diez entonces ya no pudieron sostener la alegría como ilusión. No tienen la agarra y la vergüenza de un porteño del Atlántico o un mapuche inflado o sobre inflado por su supuesta superioridad social y cultural. Nuestro futbol es el reflejo de esa mendicidad social en la que nos hemos acostumbrado a vivir. No se trata de escuelas de futbol, dirigentes o buenos entrenadores, sino de toda una estructura social que en el Perú no existe.

Pero claro, todos se detienen en el mal amago del que ahora está saliendo con una vedette o en mal arranque del que tiene su novia bonita y calabacita en la tribuna o en el peinado del moreno que ahora hace noticia por salir con los chicos inventados de los reality. Lo bueno de todo esto para el apaciguar el dolor nacional es que nos hemos acostumbrado a perder. Las últimas generaciones toman como normal el hecho de perder. No ir a un mundial otra vez es más de lo mismo, si el país no avanza, porque tendría que hacerlo el futbol.

¿Por qué el deporte tiene que ser una expresión superior al de una sociedad podrida? Qué haya buenos ejemplos de coraje en algún deporte individual no sirve para suplantar lo que pasa en los deportes colectivos. Si una boxeadora, una tablista o un ajedrecista es superior no es porque tiene a un estado que lo impulse o una sociedad que lo haya empujado a obtener méritos.

El futbol refleja con exactitud lo que somos. No nos engañemos si el próximo partido ganamos, Guerrero, Farfán, Carrillo o el mismo Cueva no van a ser superiores, van a seguir siendo el reflejo de nuestra cultura. Perder es nuestra costumbre nacional, esos falsos patriotismos que advierten que tenemos una sociedad valiente y luchadora que sale adelante a pesar de todo es una carcajada que de cuando en cuando nos hacen creer. Si tenemos ese futbol, seguramente nos lo merecemos.