Este mes de noviembre a ratos se oscurece, aquí llueve desde hace dos días sin parar. Los diarios en menos de una semana han dado cuenta de poetas y políticos que se han ido al otro barrio. Ese golpe sorpresivo de esas muertes es un zurriagazo para pensar que la vida es breve y hay que vivirla con intensidad. En el caso de los políticos con viaje de ida tenemos a Fidel Castro que era y es un líder político de inmenso legado y que anida muchas aristas y espinas también. A la Revolución cubana se identifica con él y no deja impasible a nadie. Era esa mezcla de grandes dosis de idealismo (¿romántico?) que las cosas se podían cambiar desde abajo, al mando de jóvenes barbados en las colinas de la Selva Maestra – yo nací años después de la revolución cubana y me enteré de ella por una colección de revistas monográficas sobre las revoluciones que compraba mi padre cuando era niño. Recuerdo que en una calle de Maputo un criança despabilado y con sonrisa de oreja a oreja llevaba el emblema del Che Guevara en la camiseta, hasta hoy esa gesta de los jóvenes barbudos resuena a ese idealismo, que las cosas se pueden cambiar por gente corriente. En mi adolescencia leí y escuché, porque fue un debate público, el caso de poeta Heberto Padilla y que algunos intelectuales se apartaron de la revolución –muchos de esos intelectuales que cuestionaron el proceso cubano se pasaron al otro bando sin ningún pudor ni sonrojo de por medio. Eso me hizo dudar de los paraísos en la tierra y de la argolla de intelectuales que se doblegan con cierta facilidad ante el poder. Luego salió a la luz la noticia de los presos de conciencia (sin mencionar otros malos tratos y muertes) en la isla y me pregunté ¿no se permite disentir ni ser verso suelto? Qué triste y aburrido. A pesar de estos puntos negros nadie puede ser impasible ante la gesta y vida de Fidel Castro; veo las imágenes por la tele de los exiliados cubanos en Miami, casi de fiesta, y me pongo más triste, por su fruslería festiva, porque este régimen económico que llaman de libertades también mata.