ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Primero una frase por y para el autor: es de aquellos amazónicos que sin haber nacido en la tierra se ha criado escuchando las historias selváticas de boca de sus antecesores que es, como lo prueban los grandes escritores, una de las mejores formas de iniciar esa relación indestructible con un lugar.

Y un libro sobre la Amazonía tiene que tener color, calor y sabor. La novela impresiona desde la primera página. A pesar que comienza con una cita demasiado fría para pronosticar una lectura llena de encantamiento. Llena de datos frescos traídos desde las hemerotecas de diversas bibliotecas. “El fantasma del Amazonas” se mueve en la línea invisible de una novela histórica o de una historia novelada. Como prefiera el lector. Y el autor seguramente se congracie con ello.

Con citas textuales de The New York Times, Variedades, La Crónica y El Comercio el autor recrea novelísticamente dos viajes hechos en tiempos diferentes pero con viajeros que se unen no solo por sentimientos encontrados sino contrariados. Vaya paradoja. Por la edad, por la condición social y, si se quiere, por esa enfermedad estúpida de los humanos de no expresar los sentimientos en el espacio-tiempo-histórico pertinentes. Miguelito es parecido a Alfonsito. Ambos desembocan a la adolescencia en medio de la navegación entre Iquitos y el Callao y, claro, con vivencias en las desembocaduras de varios ríos y donde el Amazonas sale al Atlántico.

El vapor Yurimaguas es el escenario perfecto para explicar no sólo la travesía sino el aislamiento de antaño de la Selva con la Costa. Desde Iquitos hasta el Callao, pasando por Manaus, Panamá, Glasgow, Nueva York, Paita y ciudades tan desconocidas como la isla de Ellis donde María encuentra sus más severos desencuentros y que son el pretexto para que el autor escenifique los hechos que dan vida a los personajes. Matthew Bell O’Keefe es uno de ellos. Periodista y quizás quien inmortalizó con su artículo una parte de la vida de María y cuyo artículo publicado en NYT es transcrito textualmente en la página 109.

Y el vapor Yurimaguas también es el gran protagonista, a pesar que el vapor alemán Albano es el que traslada a uno de los personajes y lo que sucede en su interior al ser publicado en The New York Times es la prueba histórica de la investigación del autor. Ya en la octava página se lee una frase que sirve para entender toda la obra: “La conocí en Iquitos en 1915. Ella tenía treinta y seis años. Se había quedado viuda”. Eso dice Miguel, pero puede atribuírsele al narrador, al autor.

María Santos es una mujer llena de frases célebres. Y el autor la describe llena de esa condición que tienen las damas que divagan por el mundo con amores errantes aún sin ser concretados. Como cuando escuchaba las cosas de los viajes de Miguel, donde se la nota como una sonrisa triste y dulce. Y siempre dando consejos al joven que escondía el amor que sentía por ella. Y dice una frase que dicha en 1915 bien podría servir para nuestros tiempos: “Deberías irte a Lima, a estudiar allá, decía, acá en Iquitos las cosas van a ir desmejorándose”.

Se puede decir más de la reciente novela de Roberto Reátegui. Pero es una obra imprescindible en la biblioteca de todo peruano. Y no me refiero a ese espacio físico que uno pueda tener en la casa sino a esa percepción que debería formar parte de la agenda de los gobernantes y gobernados. Si esto sucede, serio que nos comprenderemos mejor.