En estos tiempos líquidos la sensación que nos queda en el cuerpo es hay mucha información banal. De bulto. Que no nos lleva a ninguna parte. Es la misma sensación de degustar la comida rápida, llena pero no te reconforta. Advierto que no soy puritano y reconozco que en ciertos apuros he merendado esa comida pero nos deja con cierta intranquilidad. Es así que parte de esa información banal se muestra en las denominadas (y dominantes) redes sociales. Amén de ciertas noticias que pueden ser interesantes el resto es detritus dejados por los bípedos narcisos. Que cuelgan bobadas. Lo que muestra es la profunda soledad de las personas en estos tiempos, la inmensa soledad que los envuelve. Sus actos cotidianos que antes estaban enmarcadas en las parcelas de la intimidan o de la familia, ahora sin pudor deben ser mostrados al mundo sin ninguna vergüenza ni azoro. Hace poco con unos amigos concurrí a ver un partido de baloncesto y al lado mío unos jóvenes, eran tres. Me llamó la atención que antes del partido, en los tiempos muertos, en el intermedio, los tres ragazzi están prendidos del móvil mandándose mensajes y tomándose fotos ¿es esto posible? No desconectaban para nada, salvo para vitorear los cánticos de los forofos y luego volvían al móvil. No podían ver sanamente un buen partido de baloncesto. Los jugadores encestando triples y estos fulanos mirando el móvil ¿por qué no se quedaron en sus casas? Es como si voy a una cena entre amigos y amigas, gozando de la amistad y de las bebidas espirituosas (o del alma), y no falta que uno de ellos – que nunca faltan, se ponga a tomar fotos y obscenamente, y con inmediatez, las cuelga en su muro FB. Es para mirarle seriamente y mentarle a toda su familia. La intimidad y el buen momento no se da publicidad tonto de remate me dan ganas de espetarle.  Es quebrar un buen momento con una fanfarronada. En estos tiempos mohosos cada vez son quedamos sin atributos.