180 foto

Todos quieren registrar, ser descubridores de espacios vírgenes, de pueblos no contactados y exóticos el mito del buen salvaje, reinvenciones utilitarias, entre otros lugares comunes de actitudes coloniales que perduran hasta hoy

Los viajeros de paso por el puerto de Isla Grande siempre me han causado intriga de lo que hacen: observan, toman notas y, muchos, escriben libros o no. Me he preguntado acerca de la “mochila” de sus experiencias que cargan y con lo que acampan en el puerto. En el caso de la floresta y de Isla Grande el acoso de caminantes ha sido constante desde la aparición vaporosa de las Amazonas lanzando flechas. Esta cohorte de exploradores era una pandemia en toda regla y por estos días el turismo ha incrementado esta dolencia en mu- chos pueblos. Todos quieren regis- trar, ser descubridores de espacios vírgenes, de pueblos no contactados y exóticos el mito del buen salvaje, reinvenciones utilitarias, entre otros lugares comunes de actitudes coloniales que perduran hasta hoy. En este sentido se puede leer los testimonios escritos de los nautas que se encontraron con el río Amazonas y desde entonces encontramos en las librerías muchísima tinta escrita. En este sentido, desgraciadamente, hay pocos testimonios de viajeras, lo que sería la mar de interesante porque dan un enfoque descentrado a lo que el varón observa con obsesión. En este contexto y hace pocas semanas, en una conversación con Ana Varela me recomendó el libro de Mary Louise Pratt, “Ojos imperiales. Literatura de viajes y transculturación”, en el cual analiza a los viajeros (también pone atención y luz a las mujeres) y sus mochilas desde la irrupción de mirar el mundo a través de la historia natural hasta los días del S. XXI. Es un libro que desmenuza la visión de quienes recorrían el territorio americano o africano anotando todo desde una silleta cargada por esclavos negros o indígenas. Es un excelente libro sobre todo que te da el marco, el contexto en el cual deambulan estos peregrinos. Hay uno de ellos que leí hace unos años, “El río de la desolación”, es de un viajero español que vuelve a la floresta (regreso de gran carga histórica y emocional) en un contexto en que España, con el boom inmobiliario y la soterrada corrupción de cuello blanco, era de Champions como decía un expresidente de este reino, en verdad, ese libro de este trotamundos necesita más lecturas que de seguro lo desnudarían. Ojalá pudieran leer el libro de Pratt, el patio de aguas se emancipa- ría de tantos espectros.

https://notasdenavegacion.wordpress.com/