Hay libros con lo que te topas circunstancialmente y son todo un acierto. Son los que llegan en el momento justo cuando estás metido en una investigación o en tu rutina diaria. Y rezongas, por fin algo diferente al discurso monocorde. En esta vacilante primavera donde pasamos del abrigo a la camisa de manga de corta de un día para otro hizo el azar y las razones que me encontrara con el libro de Danilo Zolo “La justicia de los vencedores. De Núremberg a Bagdad” donde aborda uno de los aspectos relacionados con la justicia de transición. Recordemos que la justicia de transición es el enfoque de la justicia en países que dejan regímenes dictatoriales o de una guerra civil o conflicto armado interno con un saldo de graves violaciones de derechos humanos. En el caso de Zolo su aproximación es el ámbito de la justicia. Desde un ángulo crítico Zolo indica que el derecho europeo derivado de Westfalia ha sufrido un cambio rotundo – ya no se sanciona a los países si no que se tiene potestad para castigar a personas, el ámbito del Derecho internacional de los derechos humanos. Danilo Zolo, profesor de la Universidad de Florencia, en su argumentación cita a Hans Kelsen que cuestionó la legalidad (también legitimidad) de los Tribunales de Núremberg y Tokio. Que en esos tribunales no se cautelaba el debido proceso y eso era una imposición de la justicia de los vencedores. Ese mismo modelo, con sus más y sus menos, lo tenemos en los Tribunales de justicia ad hoc como es el caso de la antigua Yugoslavia y Ruanda (o en propio Tribunal de Irak), por ejemplo. Y muchas veces estos tribunales obedecen/comulgan con los criterios de las grandes potencias que están en las sillas del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas haciendo dudar de la imparcialidad que están obligados a tener. En este caso, la actuación de Naciones Unidas se meramente marginal y genuflexión. Además, en el ámbito del Derecho internacional de los derechos humanos se ha legitimado la agresión a un país de parte de las grandes potencias y éstas no son juzgadas. En Faluya, en Irak hubo muchos muertos civiles y ha quedado impune. Felizmente, Zolo con sus apostillas desenmascara ese espacio de las buenas intenciones y empuja a pensar diferente.

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