Crónicas peruleras

Por Miguel Donayre Pinedo

Mi arribo a Lima era en plena ola de la liberación de Lori Berenson y el frío invernal – aunque más que frío era la humedad apabullante. El olor a mar en Miraflores me llevaba a los confines de mi niñez en el mar de Pisco. Esos días limeños era una andanada de despropósitos de una derecha y de una población con la conducta de una tribu urbana. Pedían la expulsión del país de Berenson. En aras de la defensa contra el terrorismo se quiere justificar todo hasta la estupidez que está adquiriendo niveles institucionales. Ella apelando al derecho vigente goza de una facultad que está establecida en la ley, lo contrario era ir contra la legalidad nacional o internacional [a ratos me recordaba a la intolerante derecha española que pide penas para ETA pero olvidan a los desaparecidos franquistas]. Pero no, estos grupos interesados estaban como posesos por la expulsión, parecía una interesada cortina de humo. Vale recordar que la paz por el Perú no pasa por señalar que los terroristas se queden hasta la eternidad en las cárceles sino que se haga justicia todos los días. Que tengamos mejores accesos y calidad a la educación pública, a la salud pública. Que se destierre a los corruptos ¿será mucho pedir?